Un nordeste que despeina hasta a los calvos arrulla nieblas y brumas en el horizonte cantábrico. Desde la punta al final de Poniente se ven ... de una ojeada el 'Elogio', coronando Cimavilla, la Torre del Reloj, la aguja de la iglesia de San Pedro y la chepa del Sagrado Corazón que corona la Iglesiona, con la mole de Bankunión clavada como un espeto sobre el ensanche. Bajando la vista, el muelle, el palacete que aloja hoy al decano y la playa nueva, escoltada por el 'Talaso' y los edificios barco. Allí, como una frontera entre el ahora y el antes, a mano derecha, el Acuario. Por detrás de él todo es un batiburrillo de dársenas, solares y naves aparentemente en ruina, un Gijón decadente que se arrastra hasta el tallerón de Duro Felguera tras el que se asoman las casas del Natahoyo. Un barco pesquero, como despistado, deja atrás, supongo, los muelles del Rendiello, buscando con su proa verde y blanca las nieblas posadas sobre la mar. En todo ese giro de cabeza, llama la atención por su dejadez la franja de los viejos astilleros. El Ayuntamiento quiere convertirla en 'Naval Azul', uno de los proyectos 'estrella' de Carmen Moriyón de cara a las próximas elecciones. La nueva presidenta del Puerto, Nieves Roqueñí, prometió «abrirlo a la ciudad» en su toma de posesión, y anunció poco después una mejora de todo el litoral portuario. Como sabemos lo que pasa con los proyectos aquí en Gijón, que se atascan por vete tú a saber qué milongas, mejor se ponen de acuerdo. Cojan el teléfono, hablen de lo que tengan que hablar y dejen las guerras electorales para la campaña, pero pónganse ahora de acuerdo.
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