La muerte de la clase media

Hoy la clase media es solo un acomodo que frena, de forma efectiva y sin excesivo esfuerzo, las ansias de romper el sistema

Viernes, 3 de septiembre 2021, 06:40

La clase media ha muerto. Ya no existe. Podemos imaginar que somos o vivimos en ella, pero es una quimera; una ilusión. Podemos creer que ... se mantiene como lo ha hecho siempre y cerrar los ojos al aumento monstruoso de las diferencias sociales y económicas que en los últimos años han pasado a ser, de ahí el adjetivo que he utilizado, insalvables, pero es un soñar. «...que el vivir solo es soñar;/ y la experiencia me enseña/ que el hombre que vive sueña/ lo que es hasta despertar». Cito a Calderón en voz de Segismundo porque no hay obra mejor, 'La vida es sueño', para explicar que, en demasiadas ocasiones, vivimos en una dualidad entre la realidad y el sueño, es decir, entre lo que somos y lo que creemos que somos. Nos cuesta distinguir la una de la otra y nos empeñamos en nadar entre ambas confundiendo dónde empiezan y dónde acaban. Será, de hecho, Segismundo quien acompañe con sus palabras y pensamientos este texto, y quien, a su manera, nos ayude a andarlo.

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La clase media tal y como creemos recordarla -digo creemos porque no hay nada que mejore más las cosas que los recuerdos- ha muerto, pero nos empeñamos en mantenerla porque ha servido siempre para que gran parte de la sociedad, una mayoría ciertamente, se sintiera bien. Juzgara que tiene un lugar de cierta importancia en la división social y de roles; que es alguien que interesa.

Hoy, en cambio, la clase media es solo un acomodo que frena, de forma efectiva y sin excesivo esfuerzo, las ansías de romper el sistema. Estar en el medio, vivir como la media, pensar como la media y morir como la media es mejor que estar por debajo de esa media, que enarbolamos y que nos sirve de almohada en ese soñar que sostenemos. «Sueña el rico en su riqueza,/ que más cuidados le ofrece;/ sueña el pobre que padece/ su miseria y su pobreza;/ sueña el que a medrar empieza,/ sueña el que afana y pretende,/ sueña el que agravia y ofende,/ y en el mundo, en conclusión,/ todos sueñan lo que son,/ aunque ninguno lo entiende». Funciona como dique de contención y a la vez sirve para que la ilusión de lucha de clases se mantenga vigente aun cuando hace tiempo que ha desaparecido. «Yo sueño que estoy aquí/ destas prisiones cargado,/ y soñé que en otro estado/ más lisonjero me vi».

El recelo a ser lumpen sigue vigente, aun cuando gran parte de esa mal llamada clase media esté más cerca del escalón más bajo de la cadena clásica que del siguiente estrato social que, si seguimos el modelo conservador, sería la clase alta. Mas hoy, lo que debemos entender es que la clase media es, en realidad, un simple concepto y no un escalón social real, y muestra, tan solo, la distancia que hay entre pobres y ricos. Por tanto, la estratificación social de la sociología clásica, la famosa pirámide de clases, no tiene una validez real, y un claro ejemplo de ello son los constantes ajustes y sacrificios que se solicita a la población, y que solo paga la mal llamada clase media. Cada vez que sufrimos una crisis, sea esta de la índole que sea, las distancias sociales aumentan de forma extraordinaria y así, para que nos entendamos, los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez son más pobres, y la clase media desaparece porque su riqueza también lo hace. «¡Ay mísero de mí! ¡Y ay 'infelice'!/ Apurar, cielos, pretendo/ ya que me tratáis así,/ qué delito cometí contra vosotros naciendo;/ aunque si nací, ya entiendo/ qué delito he cometido./ Bastante causa ha tenido/ vuestra justicia y rigor;/ pues el delito mayor/ del hombre es haber nacido». Así las cosas, para superar este paradigma, quizá debamos alejar un tanto a los teóricos clásicos, a Marx, Weber o Parsons, y empezar a centrar nuestra atención en otros como Pierre Bourdieu para poder entender el nuevo espacio social.

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