En este año que agoniza se han cumplido diez desde que se anunció una ampliación del Hospital de Cabueñes tal que no lo iba a ... conocer ni la madre que lo parió. Una década más tarde, ni siquiera hemos llegado al crucial y tradicional momento de hacer de pago el aparcamiento, uno de los hitos en toda obra sanitaria pública que se precie.
El resto, una sucesión de desgracias propias de una opereta que no parece que se vayan a solucionar en 2026, a tenor de las cantidades que se manejan para la obra de Cabueñes en ese ejercicio y que no van a dar ni para la habitual maqueta en la Feria que muestre el nuevo y mejorado proyecto que nunca se hará y las galletitas saladas del ágape donde se presente, otro también de los pasos de rigor en el Vía Crucis obreril de esta villa marinera.
Por lo pronto, para retomar la ampliación se ha tenido que justificar que las cantidades propuestas en la re-redacción del proyecto (no en la obra, no: en el proyecto) eran reales y no una baja temeraria, que es un avance respecto a otras épocas, recuerden, que se pujaba con lo mínimo y luego se ponía el cazo. Aún si ese proyecto sale en forma y plazo, con la cantidad asignada en los presupuestos del Principado no va a dar ni para plantar las señales de obra. Con esto, nos veremos en 2027 y con todo manga por hombro, una carta de presentación bastante pobre en año electoral y que, tratándose de esta materia, no se va a poder justificar ni por los chips de China o por las piezas que no salen de Alemania. Ténganlo en cuenta en 2026, no vengan después con lloros.
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