Hay dos tentaciones a las que cualquier gobernante municipal le cuesta resistirse. Una es cambiar el callejero a su antojo para homenajear a personajes afines, ... vivos o muertos, y la otra es modificar las festividades locales en cuanto se presenta la ocasión. No hay que perder la oportunidad de cambiar el día de San Sinesio por la Parada de la Restauración, que igual no tiene culpa el pobre San Sinesio de nada, encima de haber sido enterrado vivo y pateado por caballos, pero alguien tiene que pagar la fiesta, nunca mejor dicho, aunque tampoco sepamos qué significa.
Todo este rollo viene a colación de la polémica recurrente en esta villa marinera sobre si San Pedro debe ser festividad local o no. Que este año no ha habido la tradicional pelotera con la bendición de las aguas pero la hemeroteca está llena de enganchones que, un poco más, y el santo se vuelve a las puertas del cielo y no nos las abre más. Y es que en realidad el problema no es venerar a San Pedro o cambiarlo por un hechicero pagano. La cuestión es que el pobre santo, por lo que sea, no tiene un día que parezca festivo. Porque una festividad tiene más tirón si hay algo detrás. Nuestros vecinos capitalinos celebran con alborozo el martes de Campo y se pasan el día de San Mateo vegetando, por ejemplo. San Agustín tiene tirón en Avilés por la semana de fiestas pero no al nivel del Lunes de Pascua con la comida en la calle. Así que o le montamos un banquete al pobre San Pedro o cualquier día nos lo quitan de rojo en nuestro calendario.
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