Maltratadores de la Jet Set

Jueves, 23 de octubre 2025, 02:00

Fue un domingo. La diva de Armani, icono de una belleza exótica y con una fuerza descomunal, aparentemente indómita, aparecía en un periódico de tirada ... nacional con algo esperado en cualquier olfato con perspectiva de género, pero absolutamente sobrecogedor en los detalles: la primera patada de su ex marido fue a la vuelta de la luna de miel, estando embarazada, luego vendrían las siguientes. El relato no quedaba cojo en el tiempo, realizando un pequeño paseo por la hemeroteca ya aparecían otras ex parejas que de una u otra forma habían admitido o desmentido el ruido estremecedor de lo que «eran habladurías»: el Conde era un maltratador.

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Volví a revisarlo todo, aunque siempre interesada en el periodismo del papel cuché –siempre afirmé entre risas, que «'Sálvame era mi tercera carrera'»–, esto trascendía de un tarde excéntrica y surrealista de gente merendando como abuelas y lanzándose como hienas. Esto ya no era un cotilleo, lo que se estaba barajando era algo muy trascendente, algo verdaderamente importante y peligroso, esto es: el blanqueamiento de un individuo a lo largo de las décadas, a sabiendas de la negrura de sus procederes. La celotipia y la cosificación de sus parejas: «Tú ahora ya no eres (…)! – ya no vas a llevar tu apellido, tú ahora llevas el mío; el principio de la eliminación de la identidad para pasar a ser un mero anexo de su 'hombría', una cosa más en el territorio de sus dominios.

Esto me hizo reflexionar sobre hasta qué punto puede haber individuos en altas esferas con estos comportamientos que, debido a su aparente éxito, su atractivo, sus conexiones con las altas esferas, debido a su poder, su familia o su apellido, en definitiva a su pertenencia a la jet set, son tolerados, aplaudidos y blanqueados, y con ello silenciadas sus víctimas.

Mujeres de la alta sociedad que han vivido y viven en silencio el mismo calvario que mujeres más humildes. Violencia psicológica, violencia económica, y violencia física.

Aprovecho para decir que la violencia física no es lo de menos, como a veces nos relatan las víctimas, es lo de más. Lo que ocurre es que previamente se ha fracturado la autoestima, la identidad de la mujer, se le ha quebrado su bienestar psicológico, se le ha hecho ver que no sirve, que falla, que no está a la altura, hasta el punto de culpabilizarla por pegarla con frases de libro como «mira lo que me haces hacer», «te quiero tanto que me vuelvo loco», y posteriormente un «te quiero, perdóname», «sin ti no soy nadie», «si me dejas me muero», y «voy a cambiar», y eso da lugar a fractura psicológica de tales dimensiones donde que les peguen no les resulta lo peor. Lo peor es la 'nueva luna de miel'. Esto es: regalos, cumplidos y promesas de cambio, ese hombre va a 'hacerle el amor' (así lo cree la víctima) a una mujer que está dolorida y llena de moratones por la paliza que, ese que dice que la ama, le metió dos días antes.

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Quieren que cambie, olvidando que es el mismo que las pega, las amenaza, las deja encerradas en casa, el mismo que les controla con quién se ve, que va eliminando sus amistades, sus lazos familiares, el mismo que les usurpa la vida y que les apaga su brillo como mujer y, fundamentalmente, como persona.

El testimonio de la diva de la moda relata un patrón de libro de cualquier esfera social. Ella guardó las cartas donde le pedía perdón cada vez que la pegaba.

Valiente Antonia. Enorme.

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