El pueblo elegido: de víctimas a victimarios
Israel ya no sigue las normas de la guerra y ni siquiera se respetan las zonas civiles, derivando hacia otro pueblo el mismo odio que ellos padecieron en su día. Ya no hay luz para Gaza
Niños con sus pequeños cuerpos esqueléticos donde hasta los harapos quedan grandes, están descalzos, con la impronta del miedo en sus caras; aún se mantienen ... de pie, corren con una olla en la mano hacia las colas del hambre. ¡Quizá haya suerte! Israel ha tomado el control de la comida, los corredores humanitarios sellados, el agua ya no es potable y se cortan los suministros. El pueblo elegido por Dios ya no sigue las normas de la guerra y ni siquiera se respetan las zonas civiles. Ya no hay luz para Gaza. El sonido de los aviones, las bombas, la sangre que corre por las caras de los gazatíes, el hambre apretando hasta el último resquicio de los huesos, todo teñido por un odio inconmensurable. El eco del genocidio resuena en nuestras mentes, el exterminio, esa eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia o religión, como reza nuestro diccionario. Gaza es una ratonera perfecta para un plan de limpieza étnica.
Quizá lo más duro es recordar que aquellos que fueron principales víctimas del holocausto son ahora victimarios de otro genocidio. Me viene a la mente lo que dijo el filósofo rumano francés Emil Ciorán: «Uno debe ponerse siempre del lado de los oprimidos sin olvidar, no obstante, que están hechos de la misma pasta que sus opresores». Hete aquí que los judíos, quienes han reservado para sí el monopolio del dolor (no olvidemos que además del exterminio de los judíos, para la 'higiene racial' se gasearon, fusilaron o murieron a causa de experimentos médicos o en campos de trabajo españoles, latinos, gitanos, enfermos, personas con deficiencias, personas con sangre contaminada que no pasaban el criterio de pureza, etc.) ahora son los victimarios de otro pueblo a quien derivan el mismo odio que padecieron y matan gradualmente.
Muchos son niños desorientados, tienen su nombre, su familia, su religión, se supone que tienen sus derechos de la infancia, derechos humanos, tienen sueños, pero se los acribilla hasta en la escuela. Ya nadie puede 'acogerse a sagrado' porque Gaza, ahora, es el infierno. El pueblo judío, desde esa tierra políticamente fundada para «crear un hogar nacional para el pueblo judío», como instaba el Mandato británico de Palestina, aprobado por la Sociedad de Naciones y conato del único estado judío del mundo: Israel, tras la partición de Palestina en dos. Desde ese locus se perpetra esto.
Mi filósofo fetiche, ese brillante francés Jean Baudrillard, daba en el clavo cuando dijo que los judíos llevan desde el fin de la Segunda Guerra Mundial pasando por la 'caja registradora' el dolor que padecieron por el holocausto: jornadas, documentales, películas, series, revistas, asociaciones por todo el mundo y museos, economizando hasta el último resquicio de su sufrimiento. Su nicho de mercado.
Ahora sobre el mismo telos, Netanyahu es capaz de proferir que 'Free Palestine' es la versión actual de 'Heil Hitler', diciéndonos a todos quienes pedimos la paz que formamos parte del antisemitismo más atroz y despiadado. Un discurso tan detestable como ruin, movido únicamente por el odio desde un falso victimismo: el auto-victimismo instrumental.
Sin embargo, hoy no escribo este artículo por contestar a tan deleznables palabras. ¿Víctimas? Todo el mundo sabe que mueven los hilos los grandes lobbies, ¡si no, esto no se permitiría! Lo que me ha movido a escribir han sido las lágrimas de un hombre de 78 años que pide perdón ante la ONU por no poder seguir con su discurso al recordar como las llamas y el hambre devoran a los niños del país que representa, Palestina. Diplomático Riad Mansur, escribo por usted.
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