En defensa del buen emprendedor
No hay prosperidad sin libertad, ni libertad sin respeto al que trabaja
Pablo Coto Millán
Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico
Lunes, 26 de mayo 2025, 00:15
Desde los albores del Homo sapiens, la cooperación ha sido motor del progreso. No sobrevivimos como especie por la fuerza, sino por la capacidad de ... colaborar. De esa cooperación natural surgieron las primeras aldeas, el comercio, el trueque, y más tarde, las instituciones que permitieron a los hombres organizarse en ciudades, reinos y mercados.
Esta idea que he desarrollado en el libro '¿Emprendedores empresarios? De la Cooperación natural a la global', en trescientas cuarenta y tres páginas, se resume en que en la evolución humana el espíritu emprendedor ha sido siempre catalizador de nuevas formas de cooperación. El empresario moderno no es ajeno a esa historia: es su heredero directo. Donde antes hubo intercambio de granos, hoy hay redes globales de valor; donde hubo confianza tribal, hoy hay sistemas financieros complejos. Pero el principio es el mismo: crear, intercambiar, prosperar juntos.
El emprendedor no actúa al margen del bien común. Lo sirve, aunque lo haga desde la libertad individual y no desde el aparato estatal. Organiza recursos, emplea talento, arriesga capital, y al hacerlo, teje nuevas formas de cooperación que benefician a muchos.
Negarle reconocimiento, sospechar de su éxito o imponerle obstáculos injustos, como hace Estados Unidos con sus amenazas de aranceles del cincuenta por ciento a los productos de la Unión Europea, o miembros del gobierno de España estigmatizando al emprendedor y al empresario de éxito, es negar la historia misma del progreso humano. Como bien comprendió Jovellanos, no hay prosperidad sin libertad, ni libertad sin respeto al que trabaja e innova.
La cooperación global que hoy sostiene al mundo no sería posible sin emprendedores que imaginan más allá de sus fronteras. Reputarlos con desdén es sembrar desconfianza donde debería haber aliento.
Defender al que emprende es, en última instancia, defender la civilización.
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