Hechos y no palabras

Las esperanzas de la vacunación no deberían relajar la actitud institucional ni el comportamiento ciudadano frente a la cuarta ola

Miércoles, 7 de abril 2021, 05:57

El presidente Pedro Sánchez expuso ayer el calendario de vacunación que maneja el Gobierno, insistiendo en que 33 millones de españoles estarán inoculados para antes ... de que finalice agosto. Los «hitos» que señaló el presidente parecen hoy una serie de metas que invitan al escepticismo, dada la lentitud con que ha transcurrido el primer trimestre de la campaña. No porque resulte imposible que nos sean suministradas las vacunas contratadas desde el marco de la Unión Europea; o porque nuestro sistema público de salud no sea capaz de administrar todas esas dosis con prontitud. Es que los imponderables van más allá de los incumplimientos de las obligaciones contraídas por AstraZeneca. Tampoco vale de mucho comparar la tasa de vacunación alcanzada en España con la de los otros socios europeos, cuando es toda la Unión la que se ha quedado atrás respecto al resto del mundo desarrollado. Solo la constatación de que se cumplan los objetivos fijados por Pedro Sánchez para este mes de abril podrá acreditar la verosimilitud del calendario anunciado. Siempre a la espera de que las autoridades autonómicas certifiquen la viabilidad del plan.

Publicidad

El compromiso de alcanzar una serie de metas de vacunación durante la primavera y el verano ofrece a la sociedad y a los sectores económicos más directamente afectados una perspectiva imprescindible a la hora de planear la reactivación de la vida personal, la reapertura o ampliación de negocios, la previsión de contrataciones y de líneas de financiación. Pero para que los anuncios de Sánchez -«nos encontramos al principio del fin»- despejen el horizonte estival, su optimismo no debería soslayar el desafío inmediato de la cuarta ola epidémica. La esperanzadora llegada de millones de dosis vacunales a partir de este mes no debería relajar la actitud institucional ni el comportamiento ciudadano frente a una incidencia acumulada que va a más.

El presidente declaró que su propósito es no recurrir al estado de alarma una vez que el vigente expire el 9 de mayo. Pero se mostró inconsistente al transferir al Consejo Interterritorial de Sanidad la responsabilidad subsiguiente, dando por supuesto que los tribunales avalarán las decisiones del órgano de coordinación como «de obligado cumplimiento». Cuando la renuencia del Gobierno a legislar de manera específica ante la pandemia ha colocado al país entre el estado de alarma y las normas de salud pública, sin que éstas alcancen a prevenir cadenas de contagio.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

1 año por solo 16€

Publicidad