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Ersábet Báthory fue una aristócrata húngara que ha pasado a la historia con el nombre de la Condesa Sangrienta, pues mató y asesinó a 650 ... adolescentes y niñas, a las cuales quitaba la sangre para bañarse en ese líquido rojo, en la creencia que esos baños le abrirían la puerta a una eterna juventud y vida. La historia de la aristócrata que se aprovechaba de sus privilegios para asesinar a 650 personas terminó por convertirse en parte de la tradición y el folklore del país magiar. Y también varios autores escribieron sobre la Condesa Sangrienta. Desde Valentín Penrose hasta Javier García Sánchez, la poeta argentina Alejandra Pizarnik escribió un libro de poesía con el propio nombre popular de Báthory, de la cual decía: «La pura bestialidad. Se puede ser una bella condesa y a la vez una condesa insaciable». La 'popularidad' de la condesa llegó al cine y la música, hasta el punto de que una banda sueca de black metal llevó el nombre de Báthory. Y eso lo hacían en su 'honor'. ¿Qué pasaría si un grupo musical adoptase el nombre de José Bretón?
Es poco probable que eso ocurra porque los crímenes de la Báthory se cometieron hace siglos y pertenecen a otra época, mientras que los de Bretón son recientes, pertenecen a nuestra época, y el infanticidio a cargo de quienes deben ser los protectores de los niños es uno de los más rechazados. Es la cuestión del tiempo. La condesa es una de las mayores asesinas de la historia, pero con los siglos se ha convertido en un personaje, mientras que Bretón es un asesino a secas y un monstruo. Los familiares de las víctimas de la condesa han desaparecido hace mucho, los de Bretón siguen vivos. Eso es algo que quizás no midieron bien el autor de 'Odio', Luisgé Martín y su editorial: que la literatura debe dejar un cierto espacio de tiempo, que pasen las hojas del calendario para tener una mayor perspectiva y lo que, a mi juicio es fundamental, una cosmovisión que pueda dibujar tanto el tiempo en que ocurrieron, como lo anterior y posterior, lo cual hace que los escritos sobre la Condesa Sangrienta sean bastante interesantes (otra cuestión es que alguien la honre poniéndose su nombre, lo cual cuando menos es mal gusto si no apología del crimen) mientras que el de Martín sobre el asesino de sus propios hijos lo que ha provocado es mucho ruido y poca reflexión. Aparte de las responsabilidades del autor en el caso concreto, es la de una industria editorial que tiene mucho de lo primero y poco de lo segundo, que saca libros como objetos comerciales cuando aún la sangre está caliente porque el morbo vende. Y además lo hace cuando el crimen o suceso ha tenido un gran espacio en las pantallas televisivas, en particular de 'tertulias' que terminan siendo repulsivas.
¿Quiere esto decir que el error del autor estuvo en dar voz a Bretón en cuestiones tan escabrosas como la explicación de cómo mató a los niños? ¿O en la explicación de cómo encargó a su madre la compra de ropa para el preso? No exactamente aunque algo de eso pueda haber. La literatura está, entre otras cosas, para incomodar. El sujeto-lector que coge, abre un libro y se sumerge en sus páginas debería planteársele que se hiciese preguntas de fondo sobre su concepción del mundo, e incluso que pudiese cuestionárselas. Que se le planteasen puntos de vista desde otra mirada muy diferente a la suya. Que la lectura le hablase en un idioma interno que no fuese capaz de traducir, pero sí de comprender. Ciertamente ese tipo de lectura, de la mirada al libro, no es la habitual, pues la literatura dominante, mayoritariamente comercial, tiende a lo acomodaticio, aunque se vista de formas canallas o pretenda abordar temas difíciles y que tienen una sensibilidad especial como es el caso de la que aborda el texto de 'Odio'.
Otra cuestión es lanzarse a la caza del libro, que si bien es respetable y entendible desde el punto de vista de las víctimas que pidiesen su retirada, entra en un terreno peligroso cuando uno ve cómo en las redes algunas librerías lo boicoteaban diciendo que en su tienda no lo tenían. Peligroso, sobre todo, por cuanto se puede instalar como modelo a seguir en otros casos. ¿Se va boicotear aquellos libros que no nos gustan hasta el punto que si se genera el suficiente ruido sean retirados de los escaparates y estanterías? Porque, además, el libro en cuestión no ha desaparecido, sino que su distribución se ha trasladado a internet, donde las descargas piratas se han multiplicado.
Otro de los grandes asesinos de la historia ha sido Gilles de Rais (1405-1440), barón de Retz que iba para héroe de la nación y llegó a luchar junto a Juana de Arco, hasta que se descubrió que, al igual que Erzebert Báthory, aprovechaba sus privilegios para cometer el asesinato de, al menos, 140 niños, por lo que sería juzgado. Muchos años después, George Bataille se planteaba que el criminal que terminó siendo fue construyéndose en el interior de quien se distinguió en la guerra como un guerrero implacable y cruel. Que ir rompiendo tabúes como el matar y la violencia contra el enemigo le produjo un poder, que no dudó en ejercer cuando ya estaba fuera del campo de batalla y sus enemigos eran niños indefensos. Que el crimen es una particularidad humana y el monstruo puede crecer en el interior de cada uno.
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