Qué es la pobreza pandémica? No se trata del desplome del poder adquisitivo por la pérdida del trabajo, el cierre de un negocio o la ... empresa. Tampoco de la merma de bienes materiales. La pobreza pandémica es, así la denomino, la pérdida de la capacidad social de empatía, sea esta de carácter global o parcial. Un individualismo amplio y un aislamiento o alejamiento de la sociedad a la que se pertenece. Ruptura social.
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El ser humano siempre se ha creído el ombligo del mundo, es inherente al hombre, forma parte de su idiosincrasia. 'Yo y mis circunstancias', algo que ha llegado a abarcarlo todo y que se usa de forma constante para justificar todo tipo de actitudes y comportamientos, sean estos correctos o no. La palabra correcto, de igual forma, puede hacer referencia a bueno, justo, cabal, ecuánime, sensato, honrado... Elijan.
Pensar en uno mismo, en lo que uno necesita, anhela y sueña, está muy bien, todos lo hacemos y debemos hacerlo -es necesario para un buen desarrollo tanto individual como social-, pero sin olvidarnos de que somos parte de un yo más grande, de un todo en realidad. Un todo que solo funciona correctamente cuando el yo individual y el nosotros colectivo se mantienen en equilibrio. La pobreza pandémica ha desnivelado la balanza. La ha inclinado peligrosamente hacia un individualismo neoliberal salvaje y ha creado una pobreza mental, moral, que transforma deseos en obligaciones. Y no hay nada más peligroso que creer que lo que uno desea es lo que uno merece y, por tanto, uno debe lograr sin importar las consecuencias. Se nutre de frustraciones, miedo y soledad, pero, sobre todo, de frustraciones. De las nacidas en la pandemia y, también, de las que se arrastran de tiempos anteriores. Desengaños y reveses que son el sustrato perfecto.
Dentro de la sociología existen unas teorías denominadas del consenso y, entre ellas, el funcionalismo, que sostiene que una sociedad se puede entender, de forma metafórica, como un organismo vivo -esto ya se lo he comentado en otras ocasiones-, que requiere que todos los órganos que lo conforman desempeñen su función o hagan su trabajo de la mejor manera posible, para que el organismo, en este caso social, logre vivir. Es decir, la sociedad es «un sistema compuesto de subsistemas interconectados» y cada uno de ellos debe llevar a cabo las labores que son necesarias para el funcionamiento social normal. Por lo tanto, si fallan algunos de esos órganos, el organismo enferma. El extremo de gravedad dependerá del tipo de unidades y/o mecanismos que fallen, y de la capacidad del resto de órganos para hacer frente a la situación y reestablecer las estructuras sociales rotas. Si los componentes no entienden que hay actividades que se deben obrar en conjunto, globalmente y no de forma individual, el organismo no reaccionará de manera proporcionada ante desconocidas patologías y no sabrá hacer frente a nuevas amenazas. Y estas pueden ser de muchos tipos, no solo víricas. Los populismos, por ejemplo, son una de las mayores amenazas actuales que ceban, precisamente, esta pobreza pandémica. Se alimentan de ella y, a su vez, la sustentan porque la necesitan. Y esos populismos, es algo palmario, pueden llegar a anegar todo el organismo como si de un cáncer con metástasis se tratara.
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Hoy, así lo creo, el organismo está enfermo. Es decir, la sociedad está enferma. ¿Qué podemos hacer? Reconocerlo y reconocernos como parte del problema. Después, recuperar el nosotros para hacer frente a la pobreza pandémica y sus consecuencias. ¿Cómo? Mediante un cambio social adaptado a las circunstancias o mediante un reajuste.
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