Esta política de chicha y nabo
A lo que se dedican la mayor parte de nuestros líderes es a prometer lo que saben que no pueden cumplir, a ahondar en problemas innecesarios, a escurrir el bulto, a excusarse y echar balones fuera
Por 25 céntimos, díganme palabras que puedan utilizarse para sustituir al verbo pedir, como, por ejemplo, solicitar. Ya saben cómo continúa. Me dicen solicitar y ... empezamos a enumerar una lista que hoy será larga, porque en estos últimos años hemos tenido la gran suerte de que muchos de nuestros políticos se han convertido en reyes de lo sinónimos, las analogías y los equivalentes.
Pedir, solicitar, demandar, exigir, reclamar, requerir, exhortar, instar e incluso, a veces, compeler y conminar. Algunos no son sinónimos propiamente dichos, no tienen el mismo significado, pero sí uno muy parecido, por lo que, en el caso que nos ocupa, se emplean como tales. Son formas verbales con las que hoy en día se hace política. Formas en realidad vacías, porque después de exigir, pedir, solicitar, etc. no hay acciones reales. ¿Cuánto tiempo llevan escuchando la petición de liberar autopistas? ¿Cuántas la bajada del precio de la luz? ¿Y qué me dicen de la construcción de colegios, polideportivos, hospitales, nuevas estaciones de tren, centros de salud, bibliotecas, etc.?
Antes, cuando veía y escuchaba a algún político, fuera este local, regional o nacional (que esto atañe a todos), exigir a fulanito que tal o cual cosa cambiase de inmediato, siempre me preguntaba qué pasaría después de esa petición pública y cuáles serían los siguientes pasos a dar. ¿Enviar una petición formal? ¿Una carta? ¿Hacer un estudio? ¿Solicitar audiencia? ¿Estudiar la vía diplomática y después la judicial en caso de necesidad? ¿Redactar petitorias explicativas? ¿Dialogar y negociar? Ahora ya no lo hago. Ahora sé que, en la mayoría de los casos, cuando un político sale hinchando el pecho a exponer que va a reclamar, exigir o demandar algo, solo lo hace para los titulares de prensa. Para lograr más minutos en radio y televisión; para, es así de simple, dar una imagen concreta que no es otra que parecer que se hace algo cuando todos son palabras vacías. Peticiones vacías. No hay ni intención.
Si alguna vez -oh, milagro-, hay propósito de verdad, entonces lo que falta es capacidad de diálogo y negociación. No sé cómo será en otros países, pero en el nuestro la retórica política ha muerto, como lo ha hecho el hombre de Estado y como lo ha hecho también, en definitiva, la política como tal. Por desgracia, a lo que se dedican la mayor parte de nuestros líderes (salvo pequeñas excepciones, que las hay, menos mal) es a prometer lo que saben que no pueden cumplir, a ahondar en problemas innecesarios, a escurrir el bulto, a excusarse y echar balones fuera como auténticos profesionales. Y esto no es algo pasajero, ya que muchos dirigentes, demasiados a mi parecer, están cada vez menos preparados para hacer política. Se entiende que política de verdad y no esta de chicha y nabo que últimamente vemos a todas horas y que, en ocasiones, da hasta vergüenza.
Además, son menos dialogantes porque no tienen ninguna capacidad de debate sano; capacidad de comprender que en una negociación no siempre se gana, por lo que es necesario saber ceder e incluso perder; que dudar no es síntoma de debilidad, sino de inteligencia y que escuchar es fundamental. Y no solo escuchar a los que te aplauden y alaban, también a los que opinan diferente porque eso ensancha el conocimiento. Porque así es como se hace la política necesaria para el avance de las naciones y el crecimiento de un país. La que soluciona los problemas de la gente. Esa que ayuda de forma real a que la vida de un pueblo sea algo más que pagar los sueldos, precisamente, de todos esos que prometen una vida mejor (sea a través de infraestructuras, salarios, impuestos, servicios, etc.) que nunca llega, salvo para ellos mismos.
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