Un potosí
El Prenda, uno de los cinco integrantes de La Manada, que violó y grabó los hechos la noche de San Fermín de 2016, ha pedido ... perdón a la víctima. José Ángel Prenda reconoce en una carta dirigida a la Audiencia de Navarra que sus amigos y él sí que violaron a la chica y sí que la grabaron y sí que la dejaron medio muerta en el portal de aquel edificio en Pamplona. Lo reconoce bajito, como de pasada, sin hacer el ruido que hizo con sus cartas anteriores, pero lo admite. El Prenda lo hace por lo que usted está pensando, seguramente. Al cumplir la cuarta parte de su condena y al estar en segundo grado, ya puede pedir permisos de salida temporal y la misiva (una hoja manuscrita por una cara) puede contribuir a que le concedan ciertos alivios carcelarios.
Es parte de nuestro sistema penitenciario y parte del juego que se trae desde que lo condenaron por violador. Ha negado ya tantas veces hasta las pruebas más insistentes (ese vídeo que demostraba la barbaridad, diez veces violada en un minuto), que pocas cosas más se pueden añadir sobre el tipo. Pero piense usted en esa chica, piense usted en cómo debe de ser levantarse cada mañana con el alma en el suelo, recogiéndola una y otra vez frente a las injurias de la otra manada, la mediática, que decidió no crerla a pesar de las evidencias. Piense usted en ese infierno social constante, abrumador, con el que la chica ha tenido que convivir bien agarrada a su verdad, a la verdad. El Prenda lleva cinco años negando la mayor y la menor, demostrando con tozudez la naturaleza de su persona; la chica lleva cinco años aferrándose a la justicia con una fortaleza admirable, una templanza que nos demuestra que esta chica vale un potosí.
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