50 años debatiendo falsedades
Ramón D'Andrés
Filólogo especializado en asturiano y esritor
Sábado, 10 de mayo 2025, 02:00
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Ramón D'Andrés
Filólogo especializado en asturiano y esritor
Sábado, 10 de mayo 2025, 02:00
Llevo cincuenta años debatiendo sobre la cuestión lingüística en Asturias: libros, artículos, mesas redondas, conferencias… Y después de tantos años, queridos lectores, no tengo más ... remedio que concluir lo siguiente: en general, el debate sobre el asturiano es un verdadero timo. Y lo es porque, muy a menudo, se basa en desvergonzadas falsedades, mil veces desmentidas pero mil veces sustentadas por aquellos a quienes, en realidad, el futuro del asturiano les importa un bledo. Estas falsedades, algunas contradictorias entre sí, son las siguientes: (a) que el asturiano no se habla; (b) que el asturiano se habla, pero no es una lengua; (c) que es una lengua, pero la única en el mundo que tiene variedades, y eso la inhabilita para su dignificación social; (d) que van a obligar a toda la gente a hablar asturiano, imponiéndolo de manera totalitaria y quizá expulsándote del trabajo si no llegas a hablarlo bien; (e) y que la oficialidad del asturiano va a ser la ruina económica de Asturias: los hospitales van a quedar sin médicos y sin equipos de rayos X.
Juzguen ustedes: ¿qué debate serio puede salir de semejantes trolas, presentadas siempre como si fueran el colmo del raciocinio y expuestas siempre con una impostada preocupación por quienes las difunden simplemente para intoxicar? Ningún debate serio puede salir de ahí. Estamos en 2025 y todavía hay sectores sociopolíticos que atizan ese bodrio argumental. Interpretan estúpidamente que el derecho lingüístico del prójimo equivale a la anulación de su propio derecho lingüístico. ¡Claro que la cuestión lingüística suscita debates serios y legítimos! Eso sí, basados en evidencias y no en burdas manipulaciones. No todos los ciudadanos piensan lo mismo acerca del asturiano, y ni siquiera los asturianistas pensamos todos igual. Me gustan los debates serios, verídicos, fructíferos, y no ese estercolero al que nos lleva una minoría ignorante, engreída y maledicente. Entiendo a quienes tienen ciertos recelos sobre aspectos de la oficialidad, o incluso a personas a quienes no les gusta que el asturiano sea oficial, pero que saben expresarlo con respeto y honestidad. No puedo respetar la habladuría gratuita, el juicio de intenciones y el chisme disolvente.
Después de más de cincuenta años de revitalización del asturiano, es notoria la presencia de esta lengua en la enseñanza, en la administración, en los medios de comunicación, en el uso institucional y asociativo, en la producción literaria o musical, y en definitiva, en el aprecio y prestigio entre los propios asturianos. Es imposible describir la Asturias actual sin referirse a la parte de nuestra sociedad que se comunica, se expresa e innova utilizando el asturiano. El asturiano es una parte constitutiva de la Asturias moderna.
Hace años el debate lingüístico era fiero, pero al menos había en él cierto barniz ilustrado. Hoy, sin embargo, algunos de los que lo atizan insidiosamente no tienen escrúpulos en hacerlo desde la más grosera chabacanería. Ahí están los trumpistas abascalianos y sus satélites intentando aterrorizarnos sobre las plagas bíblicas que caerán sobre Asturias si seguimos defendiendo la lengua y acaso oficializarla. Son los que quieren abolir la Constitución para destruir las autonomías (pero están calentitos en sus escaños autonómicos); los condenados por corrupción por financiación irregular; aquellos cuyo sueño húmedo es arrinconar hasta la extinción las lenguas españolas no castellanas, para imponer en toda España su bárbaro monolingüismo uniformista y autoritario; los que desprecian zafiamente toda expresión cultural realizada en asturiano; aquellos cuyos dirigentes aman hasta el delirio los «entrañables bables», pero jamás se expresan en público en ninguno de ellos, porque el asturiano y sus variedades les importan un pito…
¡Esos cachondos mentales pretenden adoctrinarnos sobre lo que tenemos que hacer con nuestras lenguas en Asturias! Más gorda nun cabe en prau.
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