Bomba lapa
No hay mejor treta que distraer el foco de atención cuando los escándalos aprietan
El clima político español es cada día más irrespirable. Las causas de corrupción se suman a las maniobras para encajar en el Derecho medidas que ... antaño parecían imposibles. Además, adoptadas por quienes antes abjuraron de su misma idea. Léase la ley de amnistía.
Transitamos del 'Lawfare', como fenómeno y concepto interesado de activismo político judicial, al acoso contra la fuente informativa más destacada en los procesos penales. Eso de matar al mensajero es todo un deporte patrio. Ya que los casos resultan tan notorios como indecentes, hay que poner en solfa el prestigio de los investigadores. Quienes elevan a la categoría de verdad indiscutible y probada incluso antes del correspondiente juicio a los informes favorables, cuando les perjudican acusan a sus autores de interferencias partidistas.
Las operaciones hechas públicas por una conocida fontanera de Ferraz han causado no poco revuelo. Con todo, el asunto de la bomba lapa ya desborda cualquier imaginación calenturienta. En un ejercicio superlativo de cinismo conceden crédito nada menos que cuatro ministros clave a la patraña de que un mandatario de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil fantaseaba con poner un artefacto explosivo en el coche del presidente del Gobierno.
Semejante atrocidad que haría remover hasta los cimientos a una democracia madura termina en el buzón de los chismes. Los que se indignan frente a otros por sus bulos e intoxicaciones avalan tamaño embuste. Además, Oscar López, ministro y líder de los socialistas madrileños, lo liga con que dicho agente ahora depende de la Comunidad de Madrid. Al fin se consigue un anhelado vínculo con su archi-re-contra-enemiga como es Ayuso, aunque cuando dicen que se produjo tal conspiración trabajaba en el gobierno de Sánchez, y en el propio argumentario sería entonces éste cómplice de su trama homicida. Montero, número dos del Gobierno y del PSOE, también alienta el infundio, al que se suma la portavoz de la Moncloa. No importan posteriores rectificados para insistir en la intoxicación. Se aferran como verdaderas lapas a la narrativa espuria.
Carece de relieve que tales manifestaciones fueran falsas, extraídas de contexto, sin credibilidad alguna. Son excelente munición para el escándalo. Semejante a las famosas balas remitidas a Grande-Marlaska, la navajita de juguete recibida por Reyes Maroto en un sobre con remitente incluido y otros sucesos agrandados con propósito publicitario. Tales falacias constituyen una prueba irrebatible de que ven las cosas mal, muy mal. No hay mejor treta que distraer el foco de atención cuando los escándalos aprietan. Hay silencios atronadores que delatan, como el de la directora del cuerpo armado.
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