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Cuando el presidente del Gobierno decidió apropiarse del Ministerio Público estaba simplemente redactando su epitafio
La condena del fiscal general del Estado ha supuesto un verdadero terremoto institucional. Cuando el presidente del Gobierno en su incansable actitud colonizadora y utilitarista ... de los resortes de la política, que deberían servir al bien común desde una perspectiva neutra, decidió apropiarse del Ministerio Público estaba simplemente redactando su epitafio. Así unció a su carro el cadáver del sacrificado de turno y su escandalosa falta de escrúpulos le permitirá exponerlo por doquier para emplearlo como excusa y escudo, en forma de aviso a navegantes. Según cuenta la Ilíada eso hizo Aquiles con Héctor, mas descubriendo su punto vulnerable a ojos de Paris, cuya flecha dirigida desde la fortaleza troyana selló el destino vengador.
Estoy convencido de que bien quisiera García Ortiz haber presentado su dimisión antes del juicio, pero eso hubiese atenuado la única cuestión en juego: el pulso de Sánchez y su creciente apuesta para seguir a toda costa en el poder. Gobernando a espaldas del legislativo, agrediendo a los jueces, sin reconocer a la oposición a la que aísla tras el muro. Un completo despropósito en la óptica del normal funcionamiento de los controles democráticos.
Un fiscal que primero contó con la suspicacia del Consejo General del Poder Judicial ante su nombramiento, juzgándolo 'inidóneo'. Que luego recibiría la condena de la sala de lo contencioso del Tribunal Supremo por desviación de poder en sus designaciones (curiosamente de su antecesora Dolores Delgado, elegida siendo ministra de Justicia para el cargo por el propio Sánchez, pisoteando así el prestigio de la figura). Todo ello por vez primera en la historia.
El gran argumento de su defensa fue rememorar aquello que había escuchado a la puerta del tribunal: «la verdad no se filtra, se defiende». Depende, pues no hay recetas universales. Cabe su justa reivindicación, aunque sin borrados oportunistas ni a costa de los derechos de los justiciables. El respeto a la intimidad de las personas, al secreto de sus comunicaciones y la reserva sobre su estrategia de defensa son límites que nunca podría contravenir un servidor público y mucho menos quien tiene como prioritario cometido proteger la legalidad y las libertades individuales. Todo para vencer un cochino relato, para lo que hubiera bastado un simple desmentido y no dictar a la responsable de prensa una nota que contenía cita expresa de mensajes privados entre un acusado y el promotor de la justicia.
El responsable moral y político del desmán adelantó la sentencia. Sostiene que 'su' fiscal es inocente. No es opinión, es fallo firme. ¿De quién depende la Fiscalía? ¿Quién le pedirá perdón?
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