Interlocución

Un fugado de la justicia por diversos delitos echa de menos al enviado ahora en la cárcel por corrupción del partido gubernamental

Domingo, 12 de octubre 2025, 02:00

La temporal ausencia de Cerdán del espacio político ha causado daños colaterales insólitos. Puigdemont se ha quedado sin interlocutor. Fíjense adónde llegamos en esta deriva ... que nos arrastra por el sendero de la infamia. Vistas las cosas con la necesaria perspectiva causan verdadero sonrojo los términos de la tesitura. Un fugado de la justicia por diversos delitos echa de menos al enviado ahora en la cárcel por corrupción del partido gubernamental que pacta con él la política española desde Waterloo. Si este Waterloo no acaba siendo el de la efeméride para no pocos es que simplemente habremos perdido cualquier atisbo de pundonor, ya descontada la cordura y la sensatez.

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El reemplazo no deja de ser menos sorprendente. Zapatero intenta continuar la ruta del apaño con escaso éxito. No tanto porque no sirva para estos menesteres, sino porque solo sabe hacerlo al amparo del poder de turno. Aquí enfrenta una situación paralela y extramuros de las instituciones, terreno en el que no brilla tanto como en la Venezuela de Maduro. Lo más chistoso, si es que tiene alguna gracia, es que nadie habla ya del mediador internacional que ocupaba las noticias y los anhelos hace bien poco. Galindo queda eclipsado y ya no parece importarle a nadie. Una vez obtenida la meta se pasa pronto de pantalla.

Si los protagonistas de la presente crónica parecen sacados de un vodevil, sainete o esperpento, tampoco son ajenas a ello las reivindicaciones puestas en el tablero. Ahora el debate se dirige a que las empresas en el resto del país deban atender a los catalanes en su lengua. Mientras sus peticionarios exigen que desaparezca el español de su ámbito de influencia pretenden colonizar la piel de toro con su idioma. Otra incoherencia que debe atenderse si se quiere mantener el gobierno a su costa. Hacemos el ridículo en Bruselas reclamando sin pausa idéntico reconocimiento para Europa que por lógica nuestros aliados rechazan, por mucho que paguemos nosotros la fiesta.

En la competición entre Junts y la Esquerra por disputarse los despojos del cadáver de nuestra dignidad nacional, los primeros se inclinan hacia lo cultural y los segundos cultivan mejor lo económico. Arrecian al presente con el cupo catalán, una vez conseguida la quita de la deuda. Su encono irremediable dentro de Cataluña se transforma en una carrera de relevos para conseguir nuevas reivindicaciones frente a un gobierno en declive. Cada vez más aislado, menos convencido de su suerte y sumido en una deriva de propaganda, manipulación y chantaje cuyo fin o límite aún no se adivina.

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