Los días y los libros
Rebeca Fernández
Jueves, 24 de abril 2025, 02:00
Secciones
Servicios
Destacamos
Rebeca Fernández
Jueves, 24 de abril 2025, 02:00
Ayer, 23 de abril, fue el Día del Libro. El Club de Lectura 'Una Habitación Propia', al que tengo el honor de pertenecer, conmemoró este ... día con la lectura, en la Casa de las Mujeres, de pequeños fragmentos de las obras de Carmen Martín Gaite y Ana María Matute.
Ambas autoras nacieron en 1925, se cumple, por lo tanto, este año, el centenario del nacimiento de ambas. El texto que elegí para compartirlo con mis compañeras era el principio de la novela Nubosidad variable, obra de 1992 con la que me inicié en la lectura de la autora salmantina.
Me lo recomendó una amiga, poco después de cumplir los 18. La obra hablaba de dos amigas del instituto que se reencuentran, muchos años después, y hacen balance de sus vidas. Entonces, veía el futuro muy lejano, ahora que tengo una edad parecida a la que tenían las protagonistas, en el momento del reencuentro, puedo hacer otra lectura de la novela.
Es maravilloso apreciar cómo un mismo libro te puede llevar a lugares tan distintos, según el momento en que lo leas, según la esquina del mundo en la que te encuentres. Para poder leerlo ayer me dirigí a mi estantería, pero no lo encontré, debí de prestarlo hace tiempo.
Por este motivo, lo tomé prestado de la biblioteca del instituto en el que trabajo. También allí celebramos el Día del Libro. Un grupo de profesores jugamos al amigo invisible para regalarnos libros con motivo de esta fecha. Una mesa llena paquetes envueltos en papel de regalo nos esperaba en el centro de la biblioteca.
Con mucha ilusión, buscamos nuestros nombres y abrimos los paquetes, entre risas y abrazos de agradecimiento. En ese momento, me di cuenta de que nuestras alumnas y alumnos nos miraban sorprendidos.
Como cada mañana, habían llegado a ese lugar mágico, lleno de calma y de lecturas y ocupaban las otras mesas. Algunos se reían al ver nuestras caras de ilusión al abrir los regalos, otros charlaban y alguno incluso estudiaba.
Cuando iba a salir de allí, porque quedaban cinco minutos para que terminara el recreo, me fijé en una niña que leía con muchísima atención. Estaba sentada, a lo indio, en una butaca, junto a la ventana. Todas las mañanas, durante el recreo, llega a la biblioteca y se sienta en el mismo lugar, siempre es la primera en llegar.
Había sido mi alumna el curso pasado y sabía lo mucho que disfrutaba de la lectura. En los últimos días de clase, cuando ya habían terminado las sesiones de evaluación y teníamos tiempo para compartir películas y canciones, me pidió que pusiera Matilda. Se trataba de una fantástica adaptación cinematográfica de la inolvidable novela de Roald Dahl.
Como bien sabrá quien lea estas líneas, la protagonista es una pequeña que aprende ella sola a leer y cuyo lugar favorito en el mundo es la biblioteca de su barrio. La ilusión con la que mi alumna miraba a Matilda me hizo entender que la pantalla le devolvía su propia imagen. Poder verla ayer, ajena al jaleo que los profes formamos en la biblioteca, disfrutando absorta de su libro, igual que cada mañana, fue la mejor manera de celebrar el Día del Libro.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.