La escritura para más de seis solistas, si bien abundante en la música vocal (especialmente en el Renacimiento: hasta cuarenta voces en el motete 'Spem ... in alium' de Tallis), es relativamente infrecuente en la instrumental. 'Septimino' de Beethoven y 'Octeto' de Schubert incluyen clarinete, trompa y fagot junto a la cuerda, pero otros ejemplos célebres prescinden del viento ('Brandeburgo nº 3' a nueve partes, 'Metamorfosis' de Strauss para... ¡veintitrés cuerdas solistas!). Inspirado por Romberg, fue Spohr el primero en escribir para cuatro violines, dos violas y dos chelos en 1823 (doble cuarteto en re m op.65, al que seguirían otros tres). Dos años después un Mendelssohn adolescente compone su brillante 'Octeto en mi b op. 20': poca más edad tenían Enesco y Shostakovitch cuando escribieron sus obras para esta formación.
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Georges Enesco (1881-1955), violinista virtuoso (y pedagogo: profesor de Menuhin), director y divulgador infatigable, partenaire de Cortot y Casals, combinó en su abundante, interesantísimo e infraprogramado catálogo el arraigo en la música tradicional de su Rumanía natal con el eclecticismo fruto de su formación cosmopolita en Viena (llegó a conocer a Brahms) y París (donde estudia con Fauré). Su 'Octeto op. 7' (1900) es una precoz, colosal y asombrosa demostración de su capacidad de integrar folklore, tardorromanticismo, impresionismo y premonición de expresionismo. El vals dislocado del cuarto movimiento anticipa el uso caricaturesco de esta danza como símbolo de un mundo desaparecido que harán Stravinsky, Ravel o Korngold.
El op. 11 de Dimitri Shostakovitch (1906-1975) comprende un 'Preludio' (1924) dedicado a la memoria de su amigo el poeta V. Kurtchavov y un 'Scherzo' (1925), ya vivamente criticado por Assafiev en su estreno y posteriormente condenado por el estalinismo como «indigno de la música rusa».
La interpretación de Bambú Ensemble (promovido por Paloma, violista gijonesa) fue absolutamente soberbia: sabia alternancia de sonoridades corales, orquestales, camerísticas y solísticas, prodigiosa riqueza dinámica y tímbrica, precisión absoluta en ritmo y afinación, penetrante disección de los intrincados contrapuntos, plena compacidad en las homofonías, elocuente lectura del amplio espectro emocional del repertorio. Dejó de manifiesto un gran nivel individual junto a un concienzudo trabajo de conjunto (algo especialmente meritorio en un formato tan poco manejable) y un profundo conocimiento de dos obras, complejas y desafiantes (como revelaron las iluminadoras explicaciones de Marina, violinista del grupo).
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