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La envidia

La rapiña rara vez se conforma: si lo que busca es sangre, la derramará del enemigo hasta la última gota

Miércoles, 4 de junio 2025, 02:00

Dicen que es el pecado capital más español y ya es mala suerte, pudiendo elegir algún otro más placentero como la gula o la lujuria. ... Envidiar la riqueza, la hermosura o la sabiduría entran dentro de lo lógico, pero nosotros envidiamos cosas insospechadas, como del pobre su libertad para obrar o de los rizosos las sortijas de su pelo, mientras ellos reniegan de su cabello crespo y añoran la docilidad del pelo liso. Una antigua regidora local, que apartaron los de su propio partido, achacaba las críticas a este feo vicio, como si su desaliño y prepotencia pudieran suscitar los celos de alguien. Algunos empresarios de la noche envidian de los pequeños locales la música en directo y los denuncian, alentados por la holganza del legislador. Los rojiblancos quisiéramos la fortuna de los azules, como si nuestro equipo no hubiera cavado con esmero su propio agujero, persistiendo en los errores y esperando a que las carencias se solucionaran solas, mientras nuestros vecinos practicaron aquellas virtudes que a nosotros nos faltaron. «El antioviedismo es intrínseco a todo buen sportinguista», dirán algunos, privándose del placer de evolucionar. Un Oviedo en primera llenará hoteles y bares en Gijón y el que no lo quiera ver, que se quite legañas y automatismos atávicos. Otra cosa es envidiar a quien gana en función de lo que paga, llenando sus vitrinas gracias a las intrigas de palco, las amistades federativas y la simpatía de los árbitros. La envidia es una cosa muy seria y no conviene derrocharla, es como ceder a la insistencia de un alumno que se empeña en que corrijas un trabajo que ha copiado. El éxito no es otra cosa que el conformarse con lo conseguido. Quienes pretendían ganar el cielo tan solo han conseguido colocarse ellos mismos y malbaratar una ilusión colectiva de cambio que ha quedado tocada del ala, refocilándose en el charco hediondo del 'tu más'. Los celos enfermizos envidian lo que el otro ha comido en nuestra ausencia, como si la vida tuviera que quedarse en suspenso a la espera de ese ademán preciso que justifique nuestra existencia. La rapiña rara vez se conforma: si lo que busca es sangre, la derramará del enemigo hasta la última gota y si aspira a triunfos querrá hasta los ajenos y será capaz de afirmar hasta que Luis Enrique es un canterano de la 'casa blanca'. Afortunadamente muchos ya hemos visto de todo y no nos compran lisonjas ni chucherías. El espectáculo debe continuar y lo hará con nuestra participación o sin ella. La vida es un eterno retorno y la memoria una larga paciencia que remunera eternamente, en especie y con atraso, pero siempre paga y cobra a quien le debe.

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