Libertad
Un mundo de podredumbre va sofocando los valores de una sociedad en retroceso
La libertad no es hacer lo que nos venga en gana sino vivir sin cargas innecesarias. A muchos les encantaría que el libre arbitrio se ... limitara a la posibilidad de escoger nuestro veneno predilecto o trastear con el mando a distancia y oscilar entre súper producciones infantiloides de superhéroes, millonarios en gallumbos corriendo detrás de una pelota o toparnos con la animación del Ecce-homo de Borja, expandiendo el odio en las mañanas de Tele 5. Si Elías García Martínez, el pintor original de la imagen de Cristo hubiera imaginado que el ídem que iban a hacer con su obra le haría conocido en el mundo entero quizás hubiera preferido el anonimato. Si las personas que se dejaron la vida por defenderla pudieran ver lo que hacemos nosotros con la libertad, tal vez hubieran pensado que era un don demasiado precioso para ponerlo en manos de cualquiera. Sin saberlo, la vecina octogenaria zaragozana, completó con su bienintencionada 'restauración' una intervención de arte conceptual en la estela más vanguardista. Corría el año 1953 cuando un desconocido aspirante a artista llamado Robert Rauschenberg llamaba a la puerta del semi-dios del arte contemporáneo Willem de Kooning, con la absurda pretensión de que éste le cediera gratuitamente una de sus cotizadísimas obras, con la peregrina intención de borrarla meticulosamente. Ante la sorpresa del joven Rauschenberg, su ídolo accedió, divertido ante la ocurrencia y le entregó un dibujo que el neófito tardó dos meses en apagar. El proceso culminó con el cartel diseñado por su compañero, el también artista Jasper Johns, con el título: 'Dibujo de De Kooning borrado, 1953', dando entonces el trabajo por finalizado. Si la posmodernidad nos ha dejado algo interesante, esto podría ser la valoración casi notarial mediante la cual los artistas dan fe de la «presencia de la ausencia». Este escribiente, desde su ventana, reclama por la ausencia de esa libertad que tantas vidas costó. No es casualidad que las encuestas nos asombren por el número de jóvenes a los que no les importaría vivir en una dictadura, o creen que las políticas feministas han ido demasiado lejos. Ante estas cifras preocupantes tenemos dos opciones, defender, como siempre se ha hecho, que la juventud está equivocada, o reconocer que los equivocados hemos sido nosotros por ofrecerles un universo anestésico con unos planes de estudio cada vez más raquíticos.
Sea cual sea el lado, el olor es el mismo y un mundo de podredumbre y ventajismo va sofocando poco a poco los valores de una sociedad en retroceso. Mientras contemplamos nuestro propio ombligo, perdemos de vista hasta dónde llega la mierda. Listas abiertas por favor, los votantes tenemos el derecho de escoger, quien tiene cara de cerdo suele acabar siendo un cerdo.
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