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La izquierda, que cada vez pone más difícil la permanencia entre sus filas si no es cerrando ojos y narices, suele afirmar, con mucha razón, ... que el neo-liberalismo económico se fundamenta en privatizar los beneficios y socializar las pérdidas. Y ese beneficio de la duda, que es último resquicio que deja la razón a quienes aborrecemos juzgar cuando desconocemos los hechos, cada vez es más pequeño, precipitándonos al sumidero del descreimiento y la desafección. El menú de decepciones es tan amplio que uno no sabe por dónde empezar. La antaño 'casa común' de la izquierda cada vez se parece más a los servicios higiénicos de la Facultad de Ciencias Políticas de Somosaguas, donde las impotentes señoras de la limpieza se veían obligadas a colgar carteles suplicando más conciencia y menos 'postureo' a un alumnado supuestamente preocupado por la igualdad de derechos, pero que en su casa no lavaba ni un plato y en el espacio público luchaba contra su anonimato e irrelevancia llenándolo todo de una mierda que tendrían que limpiar las sufridas mujeres que pretenden liberar con soflamas. No resulta extraño que viniendo de ese semillero el antaño líder, que pretendía el cielo para el proletariado, acabe organizando una cuestación «para luchar contra el fascismo» desde la barra de un bar, compitiendo en simpleza con la presidenta autonómica para la que la libertad se resumía en tomarse una caña. En este particular 'día de la banderita' la única diferencia es que la enseña tiene tres colores y eso lo distancia de cuando, como colegiales, éramos obligados a participar en inevitables cuestaciones con vagos objetivos misionales. En la cornisa que ocupamos, entre el mar, la montaña y la estupidez, perpetuos capitostes políticos con dudosas titulaciones caribeñas, enganchados al seno de lo público desde los tiempos en los que la tele tenía solo dos canales, se permiten el lujo de tildar de 'plantas invasoras' a las universidades que pretenden implantarse en este Principado, ignorando su propio parasitismo, anticipando como pitonisos sin oficio turbios manejos como a los que a muchos elementos de su misma casta les permitió titularse, o que su señora dirigiera cursos a los que en derecho no podría acudir ni como alumna. Si unimos al panorama las candidaturas por aclamación, en las que el único mérito es la soberbia de la candidata y el odio africano a los antaño correligionarios y lo juntamos con una negativa absurda a una comisión de investigación parlamentaria que nos deben a todos los asturianos, aquellos que están más preocupados por borrar huellas en forma de yugo y flechas de lo poco bueno que hizo un régimen asesino, el cuadro, público o privado, no tiene otra enmienda que un pateo escrito con hiel.

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