Sánchez 'du dúa'
Llevo desde que vi a nuestro presidente junto a Biden por los pasillos de la OTANcon un estribillo repiqueteando en la cabeza
Le diré: hola, ¿qué tal estas?/ Le diré: ven a bailar/ Le diré: quiero que sepas que yo/ Estoy colgado por tu amor». Si les ... apetece, pueden añadir el «den, den, den, dendenderebere» que va justo detrás. Así, con el estribillo de la canción 'Te vi correr', del grupo español Tennessee metido en la cabeza y repiqueteando sin parar, llevo desde que vi a nuestro presidente caminar junto al norteamericano Joe Biden por los pasillos de la sede de la OTAN en Bruselas. Un paseo de menos de un minuto en el que algo se dijeron, seguro, pero que yo, como si de una película al estilo de la América de los años cincuenta se tratara, pero a la española –musical, además–, imagino con banda sonora tipo Tennesse. ¿Oyen la música? ¿El piano y el saxofón? Y las voces, por supuesto. Los coros vocales.
Después se ha dicho que el encuentro de verdad, el auténtico e importante, en el que se trataron temas de capital alcance para ambos países, del que salieron compromisos sustanciales que ya nos explicarán con detalle cuando corresponda, fue en privado, sin cámaras. Aquí no habría sonido. Aquí habría silencio. Sin cámaras. Lo repito porque no doy crédito, ya que teniendo en cuenta lo que a los políticos, a todos, pero en particular a Sánchez, les gusta una foto, no termino yo de encajar las piezas. Te reúnes con el presidente de USA, que para nosotros –esto es así desde tiempos inmemoriales– resulta ser como la chica con la que quieres salir desde, ni te acuerdas, pero que siempre te ignora hasta que llega el día en el que te sonríe y te hace caso, y justo entonces no lo inmortalizas. ¿De verdad?
En estos tiempos en los que nuestros amados líderes fotografían hasta, no sé, piensen algo absurdo y búsquenlo, seguro que lo encuentran, Sánchez y Biden se reúnen y nadie saca una instantánea de tal coincidencia interestelar. Hemos visto inauguraciones de cajeros automáticos o de líneas de carretera; fotografías en aviones en plan Julio Iglesias o en lavabos en plan Truman Capote, y no tenemos ninguna sobre este asunto. Llámenme desconfiada si quieren, tal vez lo sea, pero me resulta tan anómalo. Inaudito sería la palabra adecuada. Insólito y, desde luego, un hecho milagroso. Así no es de extrañar que cuando pienso en el breve paseo entre ambos mandatarios, veo las imágenes tomadas al respecto –creo que hay cientos por cada centímetro de alfombra andada– y contemplo la seriedad impuesta al recorrido, un poco sobreactuada por parte de ambos, he de decir, el campaneo del sonido 'doo wop' que dicen los norteamericanos, o el 'du duá' que decimos nosotros, comience a resonar en mi cabeza.
«Mil palabras de amor/ Te doy mi corazón/ Mil palabras de amor/ Tus besos quiero yo/ Mil palabras de amor/ Sueño oírlas de tu voz». A lo mejor esto es lo que sonaba en esa reunión privada, en el reservado. ¿Quién sabe? Mil palabras de amor para que los de EE UU nos hagan caso. Para que podamos hacer grandes cosas juntos. Muy «americanos os recibimos con alegría», pero al estilo 'rockabilly' sin dejar del todo de lado la parte cañí, que da un toque. O quizá no. Tal vez era otra la melodía que se silbaba y esto de las palabras de amor solo lo canturreaba Sánchez. Biden tarareaba más aquello de «qué rollazo, chico. Tú siempre estás igual» porque tiene que ser, piénsenlo, muy cansado tener que estar escuchando a todas horas «dame, dame, dame si quieres tu amistad/ soy un instante/ Dame, dame, dame, si quieres tu amistad/ necesito hablarte por favor/ dime algo».
En fin, sea como fuera, con música o sin ella, con 'du duá' o sin él, el próximo encuentro que sea Malibú.
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