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Con el pregón del gijonés Fernando Landa se iniciaba la Semana Santa gijonesa, donde al tran-tran climatológico se pudo procesionar con los pasos de ... las Hermandades del Santo Sepulcro, de la Vera de Santa Cruz y de la Santa Misericordia, quienes con sano orgullo pudieron ver compensado su trabajo iniciado muchos meses atrás. Aunque tampoco fueron días de 'restallu' para la hostelería gijonesa, esta tampoco se puede quejar, ya que hubo mucha vidilla en la ciudad. Nada que ver con aquellas que a muchos de nosotros nos tocó vivir entregados al recogimiento, ayuno y abstinencia, no precisamente por cuestión de fe, y sí por orden del Gobernador Civil de la provincia. Eran las décadas de los 50, 60 y 70 en una España y una semana religiosa muy distintas a las actuales, como ya nos la pintó Juan Eslava en su libro 'Desde la alpargata al seiscientos'. El ameno historiador, refiriéndose a los usos religiosos de aquellos tiempos, nos cuenta cómo las casas de lenocinio cierran durante estas fechas («tengo más hambre que una puta en cuaresma, se dice»). También las salas de fiestas y teatros interrumpen su actividad, salvo que el empresario se avenga a programar algún auto sacramental de Calderón; los cines sólo proyectan películas religiosas y las emisoras de radio se dedican a emitir música sacra, marchas procesionales y saetas. Añade el escritor de Arjona que la norma perduraría hasta 1971, aunque es cierto que –antes de esa fecha– tales restricciones al ocio y la diversión ya no se cumplían en las capitales más degeneradas. Lógicamente, esta situación no fue ajena a Gijón. En cuanto a nuestra Semana Santa, ofrece en la actualidad gran variedad de opciones en su carta de oración y diversión, tal y como apuntó recientemente Adrián Ausín en su artículo 'Gijonadas', el titulado 'Semana de Pasión'.
Al hilo del carácter ya inmutable de la semana religiosa gijonesa, por fortuna no lo es el viacrucis cotidiano de la política municipal donde, el tono bronco del equipo de gobierno municipal, empieza a ser marca de la casa. Si semanas atrás la alcaldesa y la vicealcaldesa se enzarzaron contra la Autoridad Portuaria, hace unos días fue el turno del concejal de medio ambiente, Rodrigo Pintueles, quien consiguió soliviantar a los trabajadores de Emulsa. En principio no parece desproporcionado externalizar ciertas tareas especializadas cuando no pueden ser cubiertas por el personal propio de la empresa. Esto no debe confundirse con un acto de privatización, temor que surge rápidamente entre sectores de la izquierda. Lo que no está justificado es que el máximo responsable de la limpieza municipal falte al respeto a sus trabajadores, considerándoles casposamente como de «privilegiados». Desde luego que no es lo más acertado, máxime cuando el cometido de ellos consiste en recoger y limpiar lo que otros desechamos o ensuciamos, siendo gente que se merece todos los respetos sin entrar en otras consideraciones. Tampoco es sostenible, y es grave, que no se hayan tomado medidas para evitar el incremento de accidentes laborales, según lo que manifiesta el comité de empresa. Si así fuera, a la rutina habitual de ir a currar añadirían el riesgo para su integridad física y emocional en diferentes grados. No se entiende, y aquí radica el problema, que no exista el menor gesto de diálogo entre los directivos de la empresa y los trabajadores, tal como denuncian. No es razonable. Llegando a la conclusión: las empresas públicas, ya sean estatales, regionales o municipales, deben estar dirigidas por profesionales con experiencia contrastada y acorde con el objeto social de las mismas, siguiendo el modelo italiano. Por ello, no hay mejor dicho que el de 'zapatero, a tus zapatos'. El político que ha escogido como profesión la política, a ella habrá de dedicarse enteramente –lo cual, nunca ha de suponer un demérito– y la empresa municipal de la limpieza gijonesa debería ser regida por profesionales acreditados, sin descartar que pudiera aparecer algún profesional que conjugue también un perfil público. Entonces, miel sobre hojuelas, torrijas de Semana Santa. Pero no parece que el dulce santo abunde en Emulsa por la sencilla razón de que la misma se encuentra regida por perfiles exclusivamente políticos. Ojalá que en algún momento prime la profesionalidad, la sensatez y el entendimiento alrededor de este asunto para que se pueda resolver el conflicto laboral que existe en la actualidad sin que hasta el momento la vicealcaldesa se haya pronunciado al respecto.
Nadie ha de olvidar que la mediación en este desencuentro empresarial, siendo una concejalía que depende del Partido Popular dentro del consistorio, le corresponde a ella y no a la alcaldesa de la ciudad dentro del pacto de gobierno en su día suscrito. De conseguir el necesario acuerdo con los trabajadores de la municipal, redundará en beneficio de Gijón, incluso aunque de manera puntual haya que recurrir al flautista de Hamelin. De momento tampoco es mala solución.
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