Sobre la tercera ola
PLAZA MAYOR ·
E l presidente del Principado afirma en EL COMERCIO que la tercera ola de la covid-19 empezará cuando casi no haya finalizado la segunda ... y «en nuestras manos está retrasarla». Añade que es importante que la gente sepa que en Asturias no hay capacidad para contratar más sanitarios, porque no los hay, porque no hay médicos ni enfermeros ni aquí ni en ninguna comunidad autónoma, porque todos los que hay ya están trabajando.
Hay que dar por sentado que la principal autoridad de la región se expresa sin asomo alguno de frivolidad o ligereza tuitera cuando se dirige a sus gobernados y que acentúa el rigor y la exactitud del mensaje en casos de gravedad extraordinaria como el de la pandemia que aflige al mundo. Barbón da por hecho que habrá tercera ola y traslada a la gente, «nuestras manos», la responsabilidad de que llegue con anticipación. Arribe con adelanto o a su hora no anunciada, el cuadro imaginable a partir de ese momento, dadas las limitaciones insuperables en personal que describe el mandatario regional, es inquietante. Aterra imaginar que si los médicos y enfermeros disponibles no bastan para atender la avalancha de casos se recurra al triaje como cruel solución. Y si la atención a los afectados por el virus se resiente en esas circunstancias, la que necesitan el resto de los pacientes de la sanidad pública alcanzará niveles de deterioro inaceptables, reflejados en nuevos aumentos en los retrasos en intervenciones quirúrgicas, consultas externas y pruebas diagnósticas.
El panorama descrito, que no tiene nada de irreal, según se puede deducir de las palabras de Barbón -no va a haber más médicos ni más enfermeros- es una invitación a apuntarse a la sanidad privada. Las compañías del ramo bombardean a la ciudadanía con sus ofertas, que sin duda en muchos casos no encontrarán rechazo, vista la situación creada. Sin quitarle gravedad a sus palabras, que ahí están, queda el consuelo de maliciar que se trate de una calculadamente pesimista visión barboniana del futuro inmediato, para estimular las precauciones ciudadanas.
El lado presidencial optimista emerge cuando sostiene que se han logrado avances importantes en cercanías (ferroviarias). Las cercanías en Asturias, sobre todo las de ancho métrico, son una calamidad y no hay perspectivas de que cambien en varios años. Pero mejorarían a coste cero, con el material y el personal disponibles, si el Gobierno regional apoyara la propuesta de cambios horarios que plantea la organización 'Asturias al Tren', con la supresión de paradas -no de todos los trenes- en apeaderos sin viajeros y la creación de servicios semidirectos. Se podría acortar en veinte minutos, o más, la duración del viaje entre Gijón y Pola de Laviana, la única línea que discurre en su totalidad por territorio asturiano y, por ello, es transferible (lagarto, lagarto) a la Administración autónoma. Si el actual presidente del Consejo de Gobierno del Principado de Asturias, además de alcalde de Laviana hubiera sido usuario habitual de esa línea apreciaría la utilidad de la propuesta.
Pero hace falta ser resolutivo, y no se está siendo, para implementar el cambio requerido, que beneficiaría ya al usuario, hasta que dentro de unos cuantos años lleguen los nuevos trenes y se haya mejorado la infraestructura ferroviaria, con duplicación de vía entre Gijón y Avilés y entre Sotiello y La Florida.
Resolutiva cuando quiere sí lo es la Autoridad Portuaria de Gijón -la república independiente de El Musel o ayuntamiento de mar, según otros autores- a la que estos tiempos de tribulación económica y pérdida de tráficos no le impiden adjudicar en 1,3 millones de euros el cierre parcial del recinto portuario con una valla de tres metros de altura -se supone que sin concertinas- y extrañamente bivalente, porque servirá para impedir la dispersión de partículas hacia las viviendas próximas y la entrada en el puerto de aspirantes a polizones, segmento de la especie humana de cuya importancia en relación con el puerto gijonés se carecía de información hasta ahora.
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