Ucrania, globalizar la libertad
Una nación como Ucrania, a la que ni siquiera reconoce el derecho a existir, es una amenaza para Putin porque si su camino hacia la integración europea tiene éxito, puede transmitir a los rusos la idea de que la democracia liberal a las puertas de su imperio es posible
UIgnacy Moscicky, químico, era el presidente de Polonia el 1 de setiembre de 1939 cuando la Alemania de Hitler invade su país. Tres semanas después, ... desde el exilio en Rumanía, dimite y entrega el poder a un general que continuará la guerra en el exterior con los restos del ejército polaco unidos a las fuerzas aliadas. El 6 de Octubre se completa la ocupación y la capitulación de Polonia. Un mes y un país entero borrado del mapa.
Volodymir Zelenski es el presidente de Ucrania. Antiguo actor de éxito y productor de series televisivas, menudo, barba perfilada, ojeras marcadas y camiseta verde militar, hoy es la imagen de la Ucrania que resiste la invasión del sátrapa ruso. Un icono que, en tres semanas, desde un búnker, los sótanos de un hotel o desde las calles bombardeadas de Kiev, se comunica con el mundo, da ruedas de prensa, desafía a Putin, desmonta sus mentiras y mantiene la moral de una población que está dando unas muestras de valor, dignidad y heroísmo realmente admirables.
Y no, no se trata de comparar esas dos figuras, ni mucho menos. Pero sí contraponer dos tiempos históricos, los del olvidado siglo XX con su rastro de sangre, exilio y esperanza; y nuestro siglo XXI globalizado, hiperconectado y ahíto de pensamiento evanescente. En tres semanas Zelenski ha hablado en el Capitolio, ha puesto en pie al parlamento británico con sus referencias al Churchill de mayo del 40 y ha galvanizado al parlamento europeo en una sesión histórica de la que, quiero creer, ha surgido una nueva Europa que, en palabras de Borrell, ahora sí, está dispuesta a hablar con el «lenguaje del poder». Moscicky nunca tuvo esa posibilidad.
La globalización del mensaje de Zelenski, el ejemplo del pueblo ucraniano transmitido en directo en los salones de nuestras casas, las conexiones a través de redes sociales que esperemos puedan seguir sorteando la censura del autócrata, la multitud de ucranianos convertidos cada día en cronistas de nuestros medios de comunicación, constituyen hoy la trinchera más pantanosa y eficaz para frenar a los tanques rusos. Licencia poética mediante.
El sueño de la globalización de los valores de la libertad, la democracia y el imperio de la ley. El sueño del año 1989, cuando los ciudadanos del otro lado del Muro derribaron aquel telón de acero incrustado en el corazón de la vieja Europa, se enfrenta hoy a su prueba definitiva. La Unión Europea, fruto de aquel sueño, ha empezado a darse cuenta.
No debemos engañarnos, Ucrania es un peligro para Putin porque ha decidido recorrer el camino de la integración en esa comunidad de valores que es la Unión Europea. En nuestra comunidad.
Lo decidieron en el año 1991 al colapsar la Unión Soviética, lo decidieron en el año 1994 al desprenderse de su arsenal nuclear, a cambio de garantizar su bien más preciado, la independencia y la soberanía; lo decidieron en el año 2014 con la revuelta del Euromaidan y en las elecciones posteriores que consagraron el giro europeísta. Y lo han decidido hoy enfrentándose al chantaje del autócrata de Moscú.
Una nación como Ucrania, a la que ni siquiera reconoce derecho a existir, es una amenaza para Putin porque si su camino hacia la integración europea tiene éxito, puede transmitir a los rusos la idea de que la democracia liberal a las puertas del imperio ruso es posible. Esa es la real amenaza más que ningún escudo de misiles. Esa es la amenaza que trata de conjurar Putin volviendo a la doctrina Bréznhev de la soberanía limitada, y levantando un nuevo telón de acero que proteja a las tres grandes naciones eslavas de la Gran Rusia del pernicioso influjo de la decadente Europa, liberal y democrática.
Europa ha reaccionado a este desafío con una rapidez y energía desconocidas. En una semana ha pasado de la incredulidad a la contundencia. Activando una batería de sanciones económicas de enorme magnitud para desconectar a Rusia de los flujos comerciales y económicos; y siguiendo la estela de Alemania, verdadero motor de este cambio, parece dar un giro hacia una verdadera política común de seguridad y defensa, la gran olvidada hasta ahora de entre las políticas europeas.
Nada de esto saldrá gratis. No será rápido, no será sencillo y no será barato. Vienen tiempos duros, y cuanto primero nos convenzamos de ello mejor. ¡Ojalá fuese solo un grado menos de calefacción!
Cuando el virus de la comodidad equidistante y del pensamiento mágico, ¡diplomacia! ¡diplomacia de precisión!, les asalte, enciendan la televisión y contemplen la dignidad del pueblo ucraniano que hoy paga con sangre lo que a nosotros nos cuesta solo una parte de nuestro bienestar. Que la globalización de la información en este mundo hiperconectado y digital, por una vez, sirva para apartar de nosotros la indiferencia y le dé a Ucrania la oportunidad que no tuvo Polonia en 1939.
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