La última feria

El futuro de la plaza de toros de Gijón debe partir de una reflexión sobre su historia y su importancia

Domingo, 22 de agosto 2021, 01:54

La alcaldesa de Gijón ha decidido no prorrogar el contrato de concesión de la plaza de El Bibio a la empresa Circuitos Taurinos, sin proceder ... a convocar otro concurso para su explotación. El contrato, firmado en 2016 por tres años, había consumido el plazo de validez y las dos primeras prórrogas, cerrando Ana González la puerta al disfrute de una tercera y última prórroga. La declaración ha levantado un vivo debate que ha alcanzado dimensión nacional.

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Las corridas de toros son motivo de controversia en los últimos años tras tomar cuerpo el movimiento animalista. Defensores del espectáculo y detractores del mismo han cruzado sus argumentos, que se apoyan, en un caso, en el enorme de peso de la tradición taurina en la cultura española y, en el otro, en un enfoque que rechaza la visión antropocéntrica, exigiendo la extensión de los derechos de las personas al resto de especies del reino animal. Esos son los dos puntos de partida que se complementan en la discusión con otro tipo de razones más circunstanciales. Sin embargo, el impacto de la noticia no reside en la carga conceptual que subyace en la decisión, sino en las razones concretas que se aducen y en el modo de instrumentar la medida.

Hay muchas ciudades en España que acogían espectáculos taurinos y ahora no lo hacen. El cambio se ha producido sin mediar decisiones políticas, por ausencia de concurrencia empresarial ante la escasa demanda de público. También hay comunidades autónomas donde se han prohibido los toros (Cataluña, Baleares, Canarias), como en otras se han declarado Bien de Interés Cultural (Madrid, Murcia, Castilla y León), si bien las prohibiciones, en los casos que se planteó recurso jurisdiccional ante el Tribunal Constitucional -Cataluña, Canarias-, fueron anuladas.

Ana González explicó que se acoge a la vía administrativa. Formalmente es así, al hacer uso de una competencia de la Alcaldía, como es la no concesión de la tercera prórroga, pero en realidad es una decisión de carácter político, inspirada en principios ideológicos. Dedicar el coso gijonés exclusivamente a actividades musicales supone, de facto, impedir la celebración de la Feria de Begoña, ya que no hay espacio ni equipamiento para plantear una alternativa. La alcaldesa basó su decisión en dos argumentos. Por un lado considera que los nombres ('Nigeriano' y 'Feminista') de tres de las reses lidiadas en la última corrida de la feria, celebrada el pasado domingo, iban en menoscabo de las mujeres y de los inmigrantes. Pueden ser nombres poco afortunados, pero derivan de la costumbre de bautizar a los toros por el nombre de la vaca de procedencia. En cualquier caso es un argumento menor terminar con un espectáculo que congrega a miles de asturianos por el hecho de que tres toros de una corrida concreta llevasen nombres hirientes o chirriantes. Si se aplicara ese baremo a todos los espectáculos la mayoría estarían ya clausurados. Ana González aduce también que la decisión responde a una «demanda que la sociedad reclamaba cada vez con más fuerza». La sociedad es plural y si se quiere saber cuál es la tendencia mayoritaria hay que realizar una consulta. No hay otra forma de interpretar la voluntad de la sociedad.

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Si se quería abolir las corridas de toros el camino más natural hubiera sido abrir un debate en las instituciones y en la sociedad. Para cuestiones que tienen menos transcendencia social el Ayuntamiento demora las respuestas durante años, encarga todo tipo de trabajos y convoca a decenas de colectivos. Partiendo de que hay posturas enfrentadas, habría que llegar a un compromiso, que de eso va la democracia. Apoyarse en cuestiones programáticas o en el respaldo del Principado no es suficiente porque interesa llegar a una decisión que no produzca división en la sociedad. La feria de Begoña es la única que se celebra en la región y forma parte de la historia viva de Gijón (desde finales del siglo XIX) y de Asturias. A partir de ese relato centenario debería empezar cualquier reflexión sobre el futuro del coso gijonés.

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