El 'Underwood' de Sánchez
Ya que a Iglesias le gustan tanto las series -le recomendaría que las dejara un tiempo y releyera a Maquiavelo-, alguien debería decirle abiertamente que quien le está haciendo un 'Underwood' es Sánchez a él y no al revés
Hace algo más de un año desde que los amores rotos del verano de 2019, esos que parecían irreconciliables, se arreglaron y PSOE y Unidas ... Podemos decidieron caminar juntos. Enlazaron sus rumbos convirtiéndose en el primer Gobierno bicolor de la democracia española. Un año desde aquel abrazo afectado entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en el que han sido muchos los baches a los que se han enfrentado, no cabe duda. Es lo que tiene gobernar, que nada te es regalado, o muy pocas cosas, sobre todo cuando lo que priman son los problemas; y problemas, desde luego, tenemos muchos. El más complicado, claro está, la pandemia y sus consecuencias, que todavía no han acabado y que se arrastrarán durante años. Esta situación, con la que de seguro el Gobierno no contaba -ningún ejecutivo en el mundo, en realidad, imaginaba cosa semejante- ha servido, es lo que tienen las dificultades, para ver las fortalezas y debilidades de sus miembros, sobre todo de los cabeza de cartel. Por lo menos, así es como lo he visto yo. Fíjense.
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Veo a un Sánchez que, al principio, decidió tomar las riendas con determinación y hacer frente al asunto, pero que a medida que han pasado los meses, ha dado un paso a un lado o quizá incluso atrás. Se ha dado por vencido en cuanto a la forma de gobernar que tenemos en este país nuestro, en el que cada cual (entiéndase desde el ayuntamiento más pequeño a la comunidad más grande y extrapólenlo a cada individuo) va a lo suyo. Ya saben, aquello de '¿qué hay de lo mío?'. Así, ha decidido que sean otros los que tomen las decisiones, buenas o malas. Él ya no quiere ser ni responsable ni culpable. Si bien lo que llama mi atención de este cambio de actitud es que, en sus últimas apariciones públicas, me recuerda en exceso a aquel otro Sánchez de antaño, de cuando era César Luena quien le aconsejaba, que sonreía y presumía mucho, pero cuyos mensajes, al oírlos, te dejaban siempre una sensación extraña de vacío. Y ojo, no es bueno repetir aquello con lo que tanto se fracasó ni renunciar a las segundas oportunidades, que son un bien escaso.
¿Y qué pasa con Iglesias? El dirigente morado, vicepresidente del Gobierno, no ha entendido cuál es su papel en este matrimonio. No creo que lo entendiera antes de la pandemia, y ahora es algo palmario. Creo que lleva mal ser el segundo o quizá el tercero, después de Calvo.
Un equipo, sea de la índole que sea, debe actuar en consonancia, unánime, en armonía. Por lo menos, de cara al exterior. Debe mostrarse fuerte, unido y solvente. Eso necesita la ciudadanía, máxime en estos tiempos difíciles que atravesamos. Sin embargo, Iglesias no consigue dar esa imagen. Lo que nos ofrece son enfrentamientos, trapos sucios y pugnas, como si el Ejecutivo fuera siempre una familia mal avenida, y cuando este logra, por ejemplo, sacar adelante los Presupuestos o alguna ley, es Iglesias, eliminando de la ecuación al PSOE, quien se adelanta para atribuirse el mérito. Eso queda feo y genera una sensación exagerada de afán de protagonismo. Seguro que recuerdan este refrán: 'La novia en la boda, el niño en el bautizo, el muerto en el entierro'.
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Lo llamativo es que mientras Iglesias actúa de esta forma, Sánchez solo sonríe y el PSOE sale fortalecido. Y esto, al parecer, el dirigente morado no lo ve porque, día sí y día también, continúa con su desatinada táctica. Una maniobra que le está quemando como político. Y ya que al de Podemos le gustan tanto las series -yo le recomendaría que dejara la ficción televisiva durante un tiempo y releyera, por ejemplo, a Maquiavelo- alguien debería decirle abiertamente que quien le está haciendo un Underwood es Sánchez a él y no al revés.
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