El vacío que deja Merkel
Es un ejemplo inestimable de hasta dónde podemos y debemos llegar las mujeres. ¿Se imaginan una presidenta del Gobierno aquí en España? Ya es hora. Tenemos políticas muy valiosas que podrían serlo y hacerlo muy bien
Merkel se va y yo pienso en el vacío que deja. Lo pienso como mujer, pues es un ejemplo inestimable como pocos de hasta dónde ... podemos y debemos llegar. ¿Se imaginan una presidenta del Gobierno aquí en España? Sería algo más que deseable, estupendo en realidad. Además, ya es hora, ¿no les parece? Tenemos políticas muy valiosas que podrían serlo y hacerlo bien. Muy bien, de hecho. Mujeres preparadas que están más cualificadas e instruidas que gran parte de sus homólogos hombres y esto no es un decir sin más, no me juzguen cicatera, es una realidad palmaria. Solo hace falta analizar y comparar los currículums de los que llamamos grandes líderes o aspirantes a serlo. Ciertamente, si somos honestos, a veces con una simple conversación sería más que suficiente. Escuchar los discursos de algunos de ellos nos convierte a todos, directamente, en Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, cuando rompió los folios del discurso del entonces presidente Trump en febrero de 2020. ¿Se acuerdan? Dan ganas de arrebatarles los documentos y, como ella, hacer añicos las hojas.
Entiendo que haya quien rebata mi posición alegando que, de igual forma, tenemos mujeres políticas nada o muy poco preparadas, soberbias y necias. Sí, es verdad. Es así. Mujeres que, al igual que sus compañeros hombres, han llegado a la política sin la preparación adecuada y con el solo objetivo de escalar posiciones y lograr un buen puesto. A la izquierda y a la derecha las tenemos, pero eso no debería servir de argumento o premisa válida para frenar su ascenso al poder, incluso el de aquellas abrazadas con ahínco a la estulticia porque, seamos sinceros y justos, ¿a quién votamos? Si aceptamos y votamos un 'él' incapaz, por qué no vamos a aceptar una 'ella' incompetente. Lo mejor sería que nadie fuera torpe o negado, lo sé -ese sería el objetivo primero porque es innegable que hay quien no debería estar en política-, pero es lo que hay.
Les decía que Merkel se va y que pienso en el vacío que deja. Lo pienso como mujer y, como pueden comprobar por mis sentires, también como admiradora de los buenos políticos, de esos que cada vez son más escasos. ¿De verdad es tan complicado preparase un tanto? Estudiar, trabajar y aprender antes de lanzarse a la arena política como si esta fuera un simple juego. Debe de serlo. A mí que me gusta mucho leer a los grandes politólogos y sociólogos clásicos (también a algunos modernos, no se vayan a creer que soy como esas personas que solo leen clásicos, escuchan a Mozart y creen que el cine murió con Ingmar Bergman), me produce tristeza. Merkel se va y con ella, nos gustase más o menos, estuviéramos o no de acuerdo con sus decisiones, se marcha una gran política porque la política no es lo que presenciamos en nuestro Parlamento. La política es otra cosa y cada día soy más consciente de que lo que España necesita son otros políticos. La pandemia vivida lo ha dejado claro. Mientras Merkel y dirigentes como ella hacían política de verdad -con errores, faltas y tropezones varios, por supuesto-, aquí nos dedicábamos a otras cosas que parecen ser más nuestras. ¿Cuáles? A pelear. Y utilizo esta palabra, pelear, con toda la intención porque resulta más infantil, más pequeño e insignificante. Un virus asola el mundo y nosotros nos peleamos. En el fondo, si lo piensan, sería un buen título para una comedia, no sé sí romántica, pero una comedia.
Merkel se va y yo pienso en el vacío que deja. No ha sido perfecta, pero su legado es indiscutible.
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