Secciones
Servicios
Destacamos
Nos gusta pensar que somos únicos, irremplazables, y que dejamos una huella imborrable en los demás, pero, me temo, la realidad es bien distinta. Nos ... usan, nos exprimen y, cuando ya no servimos, cuando hemos dado lo que teníamos que dar, nos tiran. Así de fácil y así de cruel. Como si fuéramos cosas.
La paradoja, a mi juicio, es que, de alguna forma, hemos aceptado esto sin que suponga un drama (que lo es) en nuestro vivir. Nos hemos acostumbrado —cada vez más— a ver a las personas como herramientas; es decir, como medios para un fin.
De esta suerte, si alguien ya no encaja en nuestra vida, se sustituye; si alguien ha dejado de ser útil, se olvida. Qué tristeza, ¿verdad? Dicho y leído así, todo seguido, lo es; si bien, es lo que cada día les pasa (nos pasa) a millones de personas en el mundo. La idea de construir relaciones con base firme y buenas raíces se ha desmoronado para dejar paso a una lógica de consumo rápido que aplicamos a objetos y personas indistintamente.
Usamos a otros para que nos sirvan de apoyo y luego los dejamos caer. Nos han enseñado a creer que podemos con todo, que no necesitamos a nadie, que «mejor solo que mal acompañado» —sin pensar de verdad en el mal acompañamiento porque este dicho lo usamos igual para un roto que para un descosido—, y es mentira; pero lo hemos creído. Tanto que, en cuanto alguien nos incomoda —no de una forma dañina y peligrosa. Hablamos solo de molestias— o deja de encajar en nuestro relato de vida, lo apartamos y, al minuto, seguimos adelante como si nada.
Lo peor de todo esto es que pocas veces pensamos en lo que pasa después de ese uso, pues las personas no son (somos) cosas y hay quienes, después de ser desechados, no encuentran el camino de vuelta y/o no pueden recuperarse. ¿Dónde acaban? En el olvido. En la tristeza. En una soledad que ni siquiera eligieron.
Tal vez, y solo tal vez, haríamos bien en pensar si queremos seguir funcionando así. Si queremos un mundo en el que todos somos prescindibles y donde la única medida del valor de alguien es lo que puede ofrecernos en un momento delimitado porque, entonces, un día nos tocará a nosotros; y cuando miremos alrededor, puede que ya no quede nadie dispuesto a recogernos del suelo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.