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La contemplación de los integrantes de las principales mesas de las instituciones básicas del Estado produce un rechazo generalizado y una cierta preocupación.
El intento ... de intervención de la clase política en la designación de los componentes de las principales instituciones del Estado hiere mortalmente al propio sistema democrático. Por muchas vueltas que se quiera dar, la actual diferenciación real de poderes constituye una entelequia. Un cuento chino en toda regla. No existe independencia de la clase política y, por tanto, el cumplimiento básico de las reglas democráticas está inexorablemente en entredicho.
La persistencia de siglas, denominaciones y afiliaciones emparentadas con el espectro comunista, en el seno de la Unión Europea no ha sido acogida sin estupor. Recuérdense las iniciativas condenatorias de los regímenes comunistas por parte de las instituciones europeas y del Consejo de Europa. A pesar de las incertidumbres sobre las cifras exactas de los asesinatos por estrictas motivaciones políticas, los datos manejados han rebasado la centena del millón de víctimas, de las cuales, más del ochenta y cinco por ciento se han atribuido a la extinta Unión Soviética y a China. De ahí que la competencia de determinados miembros del propio Gobierno de España que están relacionados con lo que representa el comunismo y la entrega a las tesis marxistas-leninistas, arrastre una carga adicional a favor de la desconfianza y la ausencia de credibilidad frente al resto de países miembros de la Unión. Este desfase implica una desubicación difícilmente asumible y se ha evidenciado últimamente con excesiva frecuencia en perjuicio de los intereses de la población representada.
Si, además, se aprecia una deficiente calidad intelectual y formativa de esta clase política, el campo de acción se asemeja a un terreno sembrado de minas por el que es difícil caminar sin riesgos.
La elección de socios por parte del jefe del ejecutivo no ha seguido la línea coherente adoptada por otros países comunitarios. El absurdo de la elección no ha podido ser más clamoroso. ¿Qué se puede esperar de alguien con responsabilidades en la gobernanza que se encuentra más a gusto con socios contrarios a la unidad de la Nación, cuya finalidad última reside en la secesión a través del desmantelamiento del Estado?. Y, por mucho que se quiera disfrazar, algunos con un intento de golpe en contra del sistema constitucional a sus espaldas. Con rigor, ¿puede afirmarse que este panorama sea propio de un Estado estable y con garantías de futuro?.
El panorama actual, en sí, no está para algaradas. El chantaje del secesionismo con pretensiones progresivas para desmantelar la presencia del Estado en esos territorios va en aumento sin perspectivas en beneficio de una deseable y prudente frenada en la acumulación de los ajuares. Para frenar este desguace, hacen falta buenas dosis de responsabilidad y la ausencia de pusilanimidad, junto a la práctica de valores éticos incuestionables.
Para colmo, las principales instituciones del Estado están desnaturalizadas y bajo sospecha. Véase, la Fiscalía General del Estado y el Tribunal Constitucional. Cuando no, inutilizadas bajo la dictadura gubernamental. Ahí están órganos consultivos tan importantes, aunque no vinculantes, como el Consejo de Estado. El recurso sistemático a la figura de los decretos-leyes y a las proposiciones de ley en lugar de la presentación de Anteproyectos de Ley, conforme se indica expresamente en la Constitución, implica, además, una burla y una estafa a la legitimidad y usos democráticos. Esta situación induce a una grave infrautilización de las instituciones creadas para finalidades concretas de asesoría que exigen un pronunciamiento cualificado.
El subterfugio al apoyo de determinados medios de comunicación afines tampoco pasa desapercibido. Los bulos no solamente son atribuibles a cierto sector de la oposición. Salen por todas partes en medio de un clima irrespirable desde los balcones de la ciudadanía no implicada en estos desaguisados. La eliminación del rival ha generado la aparición de profesionales sin escrúpulos para esparcir la difamación y la calumnia. Es muy difícil caer más bajo. El hedor se está haciendo insoportable.
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