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Demasiadas presiones en el ambiente. Y todas atufan. El reciente colapso eléctrico, a pesar de su gravedad, no ha podido sorprender demasiado si analizamos, especialmente, ... las deficiencias estructurales y el montante de las diferentes presiones que se han detectado en los últimos tiempos. Con reparar en los superficiales argumentos esgrimidos desde los intereses en juego, las sospechas rebasan la simple contemplación de meros razonamientos tecnocráticos. Intereses en juego, económicos y políticos, están en el centro de gravedad de la controversia. Relacionar unidireccionalmente la 'culpabilidad' con la utilización de energías renovables y con la suspensión de la proliferación de la energía nuclear implica mutilar el análisis hasta la paranoia.
¿Sabotaje? Hay muchas fórmulas para llegar a este extremo. El propio debate sobre el aumento armamentístico no escapa de este universo.
No olvidemos que la nuclearización, directa o indirectamente, nos arrastra a consideraciones de casuística identificada con razones militares. Sorprende que no se haga mención a la generación de residuos nucleares, cuando se trata de una traslación generacional de nuestras carencias con consecuencias imprevisibles a largo plazo. Por mucho que se quiera vender, este problema no está aún resuelto. Y resulta indecente que, por ineficacia, ignorancia y carencias éticas incuestionables, se endosen estos desechos para la gestión por posteriores generaciones que no se han beneficiado directamente de los ¡outputs¡ energéticos consumidos.
En medio de este circo, sobresalen los perfiles de los mandatarios con mayores responsabilidades a escala planetaria. Estamos en manos de personajes enfermos en fase terminal, de macarras sin escrúpulos y de un par de tiranos fanáticos y sin principios que son capaces de todo con tal de subsistir en el poder. Que un país como Rusia esté tecleando con las fichas de la seguridad, cuando apenas supera en un 25 % el PIB de España y que su población no cuenta con un PIB per cápita, mínimamente asumible (apenas se aproxima al 39 % del que gozan los españoles), implica soportar un peligroso panorama que atenta incuestionablemente a la estabilidad mundial. Una 'economía de guerra' que no ofrece ninguna garantía para la seguridad propia y la de los demás países.
La escalada focalizada en el armamento nuclear, a todas luces, constituye una gravísima amenaza para todos. Acordémonos de las secuelas de Hiroshima y Nagasaki. Y sin recurrir a momentos bélicos, todavía están recientes en la memoria los efectos de las pruebas nucleares llevadas a cabo en el desierto estadounidense de Utah o los accidentes de Chernobil y de Three Mile Island; así como, los siniestros de la antigua planta de producción de armas nucleares de Rocky Flats.
Se suele ocultar que el ciclo de combustión nuclear civil constituye la base sobre la que se asienta la fabricación de plutonio. No hay que olvidar que se trata de un subproducto de la energía nuclear. Y el plutonio, como se sabe, se caracteriza por ser el elemento químico más tóxico que existe, dada su radiación ionizante. Entretanto, aquí, estamos jugando al gato y al ratón. Ahora compro balas y, luego, me echo atrás. Trilerismo de poca monta. Se dice que necesitamos la energía nuclear, pero apenas se hace mención del ahorro o del despilfarro. Algunos que defienden la independencia de las fuentes, escurren el debate al poder aproximarse a las penurias y dependencias estructurales de determinadas materias básicas. Somos deficitarios y las importaciones españolas de uranio han procedido en un 40 % precisamente de Rusia.
Tampoco hay que olvidar la reconocida y alta vulnerabilidad de las propias centrales españolas ante posibles atentados; así como, las carencias infraestructurales para albergar el retorno de los residuos de alta radioactividad depositados temporalmente fuera de España y los resultantes costes adicionales que genera la actividad en su ciclo total, incluidas las sanciones por incumplimientos. Como siempre, descalificaciones y contradicciones por doquier y plumeros al viento.
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