
Secciones
Servicios
Destacamos
Ni comen, ni dejan comer, como el perro del hortelano. Difícilmente a Lope de Vega se le habrían presentado mejores escenarios para desplegar su ingenio. ... Aquí, la realidad desplaza a la 'comedia de privanza' por algo más grave y profundo. Los problemas del municipio gijonés con las demás administraciones públicas han tenido un origen reiteradamente obstruccionista. No hace falta caer en rancios localismos para darse cuenta de los históricos y continuos obstáculos sufridos por las iniciativas gijonesas. Afecta a todas las áreas. El reciente choque con los responsables portuarios es otro ejemplo.
La desventaja gestora de los municipios y más, si no ostentan la capitalidad provincial o de la comunidad autónoma- aparte de topar con enredos político-administrativos de presión y de dependencia- viene acuciada por un marco de financiación absolutamente desfasado y mutilador. La descentralización no ha llegado a los municipios. Este reto pendiente expone el nudo gordiano del problema por la desorbitada subordinación para la toma de decisiones y la obtención de recursos. De ahí, la urgencia por abordar una reforma integral del modelo, para el estricto cumplimiento de los principios constitucionales de suficiencia financiera y autonomía de las entidades locales, que facilite el ejercicio de las competencias y la asunción de los denominados 'gastos impropios'. Este cambio, implicaría la corrección del nivel de participación local en los tributos autonómicos y en los ingresos generales del Estado. El Estado descentralizado no se entiende sin mayor coherencia y capacidad recaudatoria de los municipios desde una adaptación a la realidad competencial. Con la legislación vigente, siguen siendo considerados en un escalón inferior al que les corresponde.
Las carencias propias, añadidas a la sistematización de los bloqueos foráneos, nos muestran que la Villa de Jovellanos no pasa de ser un municipio en claro declive. Son evidentes: la diáspora de talentos, el conformismo generalizado y la endeblez de las iniciativas inversoras; todo ello traducido en una tasa de actividad que sitúa a Gijón en el pelotón de cola de los municipios españoles.
A lo anterior, tenemos que incorporar las descomunales desidias de las administraciones públicas para ejecutar meras obras de mantenimiento. No hay que ir muy lejos. El principal patrimonio gijonés reside en su envidiable ubicación costera. Y nada más desastroso para la credibilidad de los responsables del medio que comprobar la invasión continuada de carbón en la Playa de San Lorenzo como consecuencia de unas negligencias no asumidas en su momento. Muchos de los que han dado sus opiniones economicistas, nunca han pisado la playa ni saben lo que es disfrutar directamente en el propio arenal de las bondades marinas.
Ni que decir tiene el efecto negligente, a la par que peligroso y antiestético, que se traduce por la oxidación persistente del vallado en toda la zona del dique de protección de El Muelle. Lo que en su día fue un imprescindible y envidiable mirador para la contemplación de la mar en todo su esplendor, cuenta en la Punta de Lequerica y áreas lindantes con dos símbolos de las deficiencias gestoras y educacionales que se pueden observar en el concejo. Esto es, por un lado, la exhibición del peor gusto por las pintadas de falsos artistas que se apropian del entorno y dejan secuelas inherentes a la degradación y a la contaminación ambientales (efectos inducidos por la grafitis compulsiva y la imitación de las discutibles y controvertidas obras de arte llaniscas) y, por otra parte, el pestilente olor por micciones fuera de lugar que ha sustituido al, hasta hace poco, clásico deleite del aroma yodado, sin que se hayan puesto los medios ni facilitado la concienciación para la eliminación de estas incívicas conductas. Se ha llegado, incluso, al descrédito por la mofa que ha acabado divulgándose desde una conocida plataforma de redes sociales para bochorno de los responsables públicos y de la ciudadanía gijonesa, pasiva y sin expresar contundentemente su rechazo a los autores de la profanación del patrimonio público.
La sensación de falta de civismo, de dejadez y de incompetencia, alcanza cotas difícilmente superables. No querer verlo invita a incurrir en muchos errores que refuerzan las decadencias seculares que nos rodean. Como siempre, unos por otros y la casa sin barrer.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.