Second Life'. No sé si recuerdan esta idea. Todavía funciona. Se trata de una comunidad virtual a la que se accede desde internet, donde los ... usuarios, llamados residentes, interactúan gracias a la creación de avatares que pueden ser como los humanos, pero también, por ejemplo, animales o robots. Un mundo virtual, parecido al real en cuanto a interacción y relaciones sociales, económicas, culturales, etc. en el que tener, como su nombre indica, una segunda vida para ser el personaje que uno desee. Se creó en 2003 y hoy, 18 años después, sigue funcionando.
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Esta comunidad virtual siempre me ha recordado, desde el lanzamiento mundial de la idea, a 'Los Sims', la serie de videojuegos de simulación social. Vidas virtuales, casas virtuales, relaciones virtuales, negocios y dinero virtual, etc. También en su apariencia, sus avatares y diseños tienen más que un razonable parecido. Si bien, uno, el del videojuego, me parece un entorno más controlado y limitado, más seguro, y el otro, en cambio, es un mundo inmenso donde todo es posible, aunque todo sea irreal. Un universo más aleatorio, donde confundir vida real con vida ficticia se me antoja más plausible.
Les decía que este cosmos virtual nos lleva a crear vidas y relaciones supuestas de todo tipo. ¿A qué les suena al margen del citado videojuego de simulación social? Quizá estén pensando en aquella película de ciencia ficción, 'Los sustitutos' (2009), protagonizada por Bruce Willis y Rosamund Pikeen, en la que en un avanzado año 2017 la gente vive sus vidas a distancia, desde sus casas, a través de robots sustitutos que controlan de forma remota. La comparación, desde luego, es inevitable, pero me refiero más bien a qué situación de la vida real, la auténtica, la que duele, les evoca. A mí, en demasiadas ocasiones, me despierta una asociación cercana al hoy, al simple y llano presente.
Tal vez fuera más adecuado señalar que son algunas partes del hoy las que me recuerdan esa existencia virtual y creo que se debe, en gran medida, al uso de determinadas redes sociales, que ha desvirtuado tanto la forma de relacionarnos como la de mostrarnos. El resultado es un falseo de la realidad. Y no tanto porque usemos filtros, cada vez en mayor medida, para lucir más guapos, más jóvenes, más... (pongan lo que quieran en la línea de puntos), sino porque hemos llegado a un momento en el que hay un alejamiento de la vida real tan exagerado que dejaría pasmado al propio Orwell, tan citado en estos tiempos como Churchill.
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¿Una exageración? No lo tengo tan claro, sobre todo cuando son constantes los días en los que me invade la incómoda sensación de que lo que es importante nos lo va a decir un algoritmo y, por lo tanto, los temas de interés sobre los que tener una opinión, –porque esto también es fundamental, siempre hay que tener una opinión sobre lo que sea–, legislar y, en estos tiempos que vivimos, debatir como si no hubiera un mañana, los marca la existencia virtual. Habrá quien me apunte que tal cosa no es exacta y que el mundo virtual solo se hace eco de lo que sucede a nuestro alrededor, pero cuando uno ve cómo se llega incluso a gobernar a golpe de 'feed', 'story', 'fleet' o tuit, el recelo al respecto es inevitable.
He mencionado 'Second Life', 'Los Sims', 'Los sustitutos' o a Orwell, pero tal vez, en realidad, la ficción que más se acerqué a nuestra vida hoy, o hacia donde camina, sea la dibujada en 'Nosedive', un capítulo de la serie 'Black Mirror' en el que todos comparten sus actividades diarias y puntúan a los demás a través de una escala de estrellas. Esas valoraciones públicas determinan el estatus social. Si no la han visto, les invito a hacerlo sin demora. Qué gran final. Les impactará tanto como les enganchará. Una genialidad muy cercana a la realidad que, ¿inconscientes?, nos empeñamos en creer y crear.
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