El artista, vestido de negro, actuó ayer en el recinto de La Ería.

Raphael, de escándalo en su gran noche

El de Linares arrasó con sus grandes éxitos en versión sinfónica acompañado por Oviedo Filarmonía

AZAHARA VILLACORTA

Sábado, 19 de septiembre 2015, 00:27

Oviedo, que tanto y tan bien quiere a Raphael, presentía que iba a ser una gran noche y el de Linares volvió a demostrar ayer, sobre un escenario de La Ería cubierto de moqueta para la ocasión, que, con 72 años cumplidos y 55 sobre las tablas, sigue siendo aquel capaz de ofrecer conciertos apoteósicos durante tres horas con un chorro de voz y un dominio del melodrama de los que ya no quedan porque las grandes estrellas del firmamento musical están en extinción.

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Salió el 'crooner' español por excelencia a las nueve y media en punto de negro riguroso, como suele, siempre elegante y siempre estilizado, siempre apostando sobre seguro, y las cerca de 4.000 personas -de varias generaciones- que abarrotaron el recinto lo recibieron con una ovación cerrada, ansiosas por disfrutar de todas las joyas de un repertorio que, a estas alturas de carrera, se ha convertido en clásico y que, pasadas por el tamiz de los arreglos de Fernando Velázquez (que firma las bandas sonoras de películas como 'Lo imposible' o 'El orfanato') reviven.

Porque el Raphael que ayer se presentó ante su público «con una felicidad muy grande de estar en Oviedo» era el Raphael Sinphónico, el Raphael elevado a su máxima potencia gracias al perfecto ensamblaje orquestal de los temas firmados por José Luis Perales o Manuel Alejandro -su compositor fetiche- con una compacta Oviedo Filarmonía, dirigida también con maestría por el avilesino Rubén Díez, al frente de toda esta gira que arrancó con furia en el madrileño Teatro Real el pasado 22 de julio.

Sonaron, majestuosas, las cuerdas en la introducción musical, que no podía ser otra que un fragmento de 'Yo soy aquel', y se arrancó el jienense con 'Ahora', la canción que le compuso Enrique Bunbury en un comienzo de lo más efectista que lo define a la perfección: «De todo lo que en el mundo / yo he amado / es una canción / un teatro / a ti».

Una combinación vertiginosa de violines y juegos de luces dio paso a 'Enamorado de la vida' para impactar luego el arpa y el xilófono de 'Provocación' y, por fin, con la aclamada 'Mi gran noche', la frágil 'Se me va', 'Despertar al amor' y un coro gigantesco en 'Digan lo que digan' y 'Yo sigo siendo aquel'. Aplausos hasta decir basta.

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Con todas las tablas que se le suponen fue el rey de la balada romántica salpicando sus éxitos de rompe y rasga con los de las últimas épocas y otros más densos como 'Y fuimos dos' o 'Te estoy queriendo tanto', que sirvieron de introducción a la parte más intimista del recital, en la que el divo estuvo acompañado al piano por Rubén Díez ('Por una tontería' y 'Volveré a nacer') y a la guitarra por el magnífico Juan Guevara para marcarse dos bolerazos: la incontestable 'Gracias a la vida' de Violeta Parra y 'Sombras'.

Enfilaba así la segunda parte sinfónica del delirio con el respetable ya entregado a 'Un día más', 'Qué tal te va sin mí', 'Estuve enamorado', 'Cuando tú no estás', 'Desde aquel día', la chispeante 'Detenedla ya', 'Si no estuvieras tú', 'Amor mío' o las impagables 'Maravilloso corazón' y 'Payaso'.

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Todas ellas, con un Raphael encarnando a su mejor personaje -él mismo-, que lo mismo le robaba la batuta al maestro para dirigir la orquesta, que se impulsaba sobre una silla de oficina en 'No puedo arrancarte de mi' empujado por los trombones, que derramaba un vaso de agua sobre el suelo en 'Sí pero no', que se colgaba la chaqueta a la espalda simulando alejarse en un gesto ya inconfundible.

Y, así, haciendo alarde de teatralidad y de técnica vocal, volvieron el piano y la guitarra y se desencadenó la locura colectiva en unos bises que arrancaron con una colosal 'En carne viva' y con la ya imprescindible 'Escándalo', donde -como había predicho Rubén Díez- sus devotos alcanzaron el paroxismo.

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'Ámame', 'Qué sabe nadie' y 'Frente al espejo' sellaron la despedida de Rafael Martos de sus fans asturianos -los de que habían pagado por sentarse en las primeras filas y los que lo arroparon a pie firme en el recinto- y un majestuoso 'Como yo te amo' en el que prometió echarnos de menos y amar a sus incondicionales casi tanto como le aman a él.

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