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Rosa Fernández Rubio. PABLO LORENZANA
La asturiana que ascendió a la montaña

La asturiana que ascendió a la montaña

El poder de la decisión. Tímida, solidaria y miedosa selectiva, ascendió al Everest y a otros cinco ochomiles. Practica escalada, bicicleta y esquí de travesía. La llamaron para ir al Himalaya porque era mujer y eso atraería patrocinadores y aceptó «encantada»

Rafael Francés

Domingo, 19 de marzo 2023, 03:27

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Lo más difícil de subir al Everest es llegar a la base, lo demás es montañismo». Rosa Fernández Rubio (Posada la vieja, Cangas de Narcea, 1960) camina por la vida lejos del paso himalayista. Decidida, tímida, dulce, «buena cocinera», con mirada transparente y miedosa selectiva (tiene terror a quedarse sola en casa pero no a los osos en la montaña). Lleva el deporte por bandera, la montaña como «leiv-motiv» y la solidaridad como objetivo. Se crió en la Braña de los Llanos y se puede decir que ahí empezó su afición a la montaña aunque de niña aún no fuera consciente de ello. «La infancia la pasé en el campo, vivía en la montaña y de la montaña», recuerda.

Hija de Vicente y Rosario. Él madreñero, que iba temporadas por los pueblos realizando los encargos en madera de abedul, y ella «en la labranza». A los ocho años la familia se trasladó a Tineo «porque mi padre entró en la mina». Tiene cinco hermanos y está casada con Javier Morán, educado, agradable y sonriente. Regenta una tienda de bicicletas y tiene una hija, Noemí.

Con su hija Noemí y la medalla del Principado.
Con su hija Noemí y la medalla del Principado.

La pasión por la escalada que ya lleva practicando más de treinta años comenzó pronto. «Empecé a escalar con Javier a los 18. Él sí que hacía montaña». Recuerda la parte divertida «porque pasábamos los fines de semana fuera de casa». Ha escalado todo en Asturias y «también mucho de fuera, recuerdo que Javier y yo nos fuimos a los Alpes con el coche por la Transalpina para no pagar peajes». No tenían un duro pero el amor y la pasión por la escalada no les hacía arredrarse ante nada. De hecho, eran asiduos ocupantes de los pórticos de las iglesias a la hora de dormir.

En la cima del mundo, el Everest.
En la cima del mundo, el Everest.

En los años noventa la cosa se vuelve más seria. «Me inicio en la alta montaña porque siendo mujer, las expediciones necesitaban patrocinios y teniendo a una mujer era más fácil conseguir el dinero. Yo encantada. Empecé con gente que hacía ochomiles y ya habían intentado el Everest».

Precisamente ahí llega la aventura del Everest. «Le preguntaron a Javier primero y yo encantada, a la aventura». Fue mucho tiempo de preparación; es decir, fue más complejo y difícil planificar y conseguir patrocinadores hasta llegar al primer campamento base que la propia ascensión.

«Nos fuimos en 1997 vía Alemania, Islamabad y tras los periodos de aclimatación, hicimos cumbre tres de los siete de la expedición. Era un día fantástico, sin viento». Luego otros cinco ochomiles y las más altas cumbres en los cinco continentes.

Con su equipo de BTT
Con su equipo de BTT

En 2009 superó un cáncer de mama y a raíz de eso incrementó su espíritu solidario. Es Medalla de Plata del Principado y en 2011 fundó el club Una a Una, primer equipo ciclista femenino de BTT de España. Cuando entrena (bicicleta, escalada y esquí de travesía) no lleva cascos ni música «porque a la montaña hay que escucharla», no ve la tele y la lectura siempre relacionada «con picos y escalada».

Ahora anda enfrascada en uno más de sus muchos proyectos solidarios con cuatro mujeres bolivianas que empezaron a escalar «cuando se dieron cuenta que siendo las cocineras de los campos de altura, también podían escalar» Montañera y solidaria. Siempre busca nuevos retos.

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