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Un recorrido del Altar Mayor a las capillas

Un recorrido del Altar Mayor a las capillas

Desde que en el año 1512 se encargase el primer retablo, el interior catedralicio solo se ha enriquecido

ANA FERNÁNDEZ DÍAZ

Miércoles, 13 de octubre 2021

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Un recorrido por el contenido más allá del continente nos lleva a descubrir el vestido barroco para el alma gótica de la Catedral. Necesariamente, el 'paseo' ha de arrancar en el Altar Mayor, el primero de los retablos que se realizaron para revestir el interior del templo y que constituye uno de los mejores ejemplos de estilo hispano flamenco junto con los de Sevilla y Toledo. Se trata de una estructura de madera policromada de 12 metros de alto por 6,5 de ancho, adaptada al presbiterio poligonal. Está dividido en cinco calles por cinco pisos, a excepción de la central que contiene tres. Las 23 escenas que lo componen representan pasajes de la infancia, la vida pública, la pasión y la muerte de Cristo, en orden cronológico, siguiendo las sagradas escrituras. Las más importantes se encuentran en la calle central: la Crucifixión, la Asunción de la Virgen y Cristo en Majestad. Estas tres escenas resumen el mensaje que se pretendía hacer llegar a los fieles: «La salvación a través del sacrificio de Cristo y la subida a los cielos en los que reinará el Pantocrátor».

El retablo mayor fue el primero. La obra finalizó en 1531 con no pocos problemas

El obispo, Valeriano Ordóñez de Villaquirán, encargó la obra al ensamblador Francisco Giralte de Bruselas, que comenzó a trabajar en 1512 ayudado por Juan de Balmaseda, tallador e imaginero. El pintor León Picardo se encargó de policromar y dorar el conjunto «con olio de nueces graso porque es el mejor para que no se torne amarillo y los cabellos de nuestra señora y ángeles en oro mate». La obra finalizó el 1 de abril de 1531 y, como toda gran obra, no estuvo exenta de vicisitudes durante el proceso constructivo: falta de financiación, abandono de operarios durante la peste y diferencias contractuales con los maestros imagineros, entre otras.

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Retablo de Santa Teresa

Siglo XVIII, obra de Toribio de Nava. Forma juego simétrico con el retablo de la Inmaculada

Altar Mayor

Construido entre los años 1512 y 1531 por el ensamblador Francisco Giralte de Bruselas con ayuda del imaginero Juan de Balmaseda. Fue el primero

Retablo de la Imnaculada

Siglo XVIII, obra de Toribio de Nava. Forma juego simétrico con el retablo de Santa Teresa

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En este momento, empezaba a confeccionarse el vestido barroco que, doscientos años después, luciría el cuerpo gótico de la 'Sancta Ovetensis'.

En 1620, Juan de Naveda diseñó la girola como un espacio semicircular a modo de deambulatorio tras el ábside y lo dividió en siete espacios dispuestos radialmente para colocar en ellos las imágenes de los apóstoles, devolviéndole al templo su advocación primitiva. No será hasta el siglo XVIII cuando se coloquen allí los retablos, ubicándolos en los cinco espacios intermedios y en las hornacinas horadadas en los contrafuertes, consiguiendo así «una interpretación barroca de un espacio clásico», según Vidal de la Madrid.

La capilla de Los Vigiles

Juan de Naveda proyectó también la capilla de Los Vigiles. Ubicada en la nave norte, es la primera de las capillas barrocas funerarias que se construyeron en la Catedral. El obispo Juan Vigil de Quiñones, promotor de la obra, buscaba un lugar para acoger su sepultura y Naveda diseñó para ello un espacio armonioso y clásico, con un sencillo retablo de dos pisos y una sola calle flanqueada por columnas corintias, en el que se tallaron relieves representando escenas de la vida de Cristo, rematado por un frontón con la imagen del Padre Salvador. El retablo no se doró ni se policromó en origen.

Capilla de Santa Bárbara

El obispo Bernardo Caballero de Paredes, de gran espíritu contrarreformista, ante el impulso que habían tomado las reliquias como devocionario de fieles y con la intención de ubicarlas en un lugar adecuado a su importancia, además de dotar a la Catedral de un espacio para depositar sus propios restos, se propuso la construcción de una nueva Cámara Santa en la entrada de la nave sur.

El Barroco entró de lleno en Asturias de la mano de la capilla de Santa Bárbara

Santiago de Cajigal se encargó de diseñar el espacio monumental que albergaría el retablo relicario de Alonso de la Peña, primer retablo barroco de Asturias. Tallado en nogal negro con columnas estriadas y capitel corintio, dividido en encasamentos cuadrangulares destinados a albergar las preciadas reliquias que finalmente no fueron trasladadas a esta capilla, motivo por el cual en las hornacinas figuran las imágenes en bulto redondo, obra de Luis Fernández de la Vega, de los santos a los que pertenecían dichas reliquias. Tampoco los restos del obispo fueron depositados allí. Cambió, por tanto, su nombre por el de Capilla de Santa Bárbara y es la imagen de dicha santa la que figura en el centro del retablo. El Barroco entraba de pleno en Asturias desde esa capilla.

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Capilla de Velarde

Capilla gótica del XV, el Cristo, manierista, se atribuye a Berruguete y es del XVI. El copete es rococó

Capilla de San Antonio de Padua

Capilla gótica (siglo XV), retablo barroco de Bernardo de la Meana (siglo XVIII)

Capilla de San Roque

O la Natividad de la Virgen. Gótica (s. XV) con retablo barroco de Bernardo de la Meana (XVIII)

Capilla del Rey Casto

Ocupa el lugar de la basílica prerrománica de Alfonso II. Con retablo barroco de 1717 y las Tres Cabezas del Calvario

Capilla de Santa Eulalia de Mérida

Obra barroca de los maestros asturianos Menéndez Camina (s. XVII)

Capilla de San Juan Bautista

Retablo gótico de finales del XV con retablo de 1626. Autor anónimo

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Capilla de Santa Eulalia de Mérida

Justo en el lado opuesto de la nave central y después de barajar varias ubicaciones, Fray Simón García Pedrejón asumió personalmente la empresa y financiación de otra capilla relicario, la de Santa Eulalia de Mérida, patrona de la diócesis ovetense y de Asturias.

La construyeron los arquitectos asturianos Fernández Camina, que le dieron forma de cruz griega, cubierta por una cúpula sobre pechinas en las que podemos ver representaciones del martirio de la santa. El resto de la superficie de techos y paredes se cubre con una abigarrada decoración de rocalla. En el centro se encuentra colocado el único retablo baldaquino de Asturias. Cuatro columnas salomónicas soportan los arcos bajo los cuales se encuentra la caja de plata que contiene las reliquias de Santolaya.

Capilla del Rey Casto

La capilla del Rey Casto, con entrada también desde el exterior de la Catedral, fue construida sobre las ruinas de la edificada por Alfonso II, que había servido de panteón real a los monarcas asturianos. Fray Tomás Reluz, cuyos restos reposan bajo la puerta de entrada, contrató para ello a Bernabé de Hazas, que comenzó los trabajos en 1705. La planta de la capilla es una cruz latina. Tres cubiertas diferentes cubren el espacio: dos bóvedas de crucería, una elipsoidal y una cúpula sobre pechinas; decoradas con bustos de monarcas asturianos y emblemas borbónicos en apoyo a Felipe V, primer rey Borbón y gran benefactor de las arcas catedralicias. En el retablo, de Antonio Borja, consagrado a Nuestra Señora del Rey Casto, se utiliza por primera vez la pilastra estípite, elemento geométrico que otorga a la composición un carácter frontal frente a la sensación ascensional de las columnas salomónicas. En las calles laterales se representaron escenas de la infancia de Cristo y en el centro se ubica la imagen de vestir de la titular. El retablo lo cierra un ático con la imagen de la coronación de María.

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Capailla de San Martín de Tours

Gótica (s. XV) con retablo clasicista de Sánchez de Agrela (s. XVII)

Capilla de Santa Bárbara

Primer retablo barroco de la región, obra de Alonso Peña del siglo XVII. La capilla es delo XVIII

Capilla de la Asunción

Capilla gótica, siglo XV. El retablo es barroco de Bernardo de la Meana (XVIII)

Capilla de los Vigiles

Capilla clasicista del XVII con retablo de Alonso Carreño. Nunca estuvo policromado

Capilla del Belén

La capilla es gótica (siglo XV) y el retablo de Joaquín Rubio Camín, del año 1965

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Retablos de Santa Teresa y La Inmaculada

El rey Felipe V, además de financiar la obra de reparación de la torre de la Catedral, concedió algunos otros privilegios al cabildo asturiano que, en agradecimiento y apoyo incondicional, decoró con alusiones a la corona varias de las obras del templo, algunas en la ya mencionada capilla del Rey Casto y otras en los dos retablos a ambos lados del transepto que Fray Tomás Reluz encargó a Juan de Villanueva, en sustitución de los que en ese momento había. El retablo de la Inmaculada Concepción fue construido por el asturiano Toribio de la Nava; el de Santa Teresa, por Manuel Pedredo Vigil. Villanueva diseñó dos estructuras prácticamente iguales, de 12 metros de alto por 6,5 de ancho, divididas en tres calles sobre un banco de mármol. De nuevo, las columnas salomónicas otorgan el efecto ascensional. Todo el espacio se encuentra cubierto de abundantes motivos decorativos. Guirnaldas, volutas, ángeles y hojas de acanto rodean las cuatro hornacinas en las que se colocaron las imágenes, talladas por el mismo Villanueva y doradas «a pleno oro» por el portugués Joao Fagundes, que realizó estofados e incrustaciones de piedras en la Inmaculada. Solo la talla de Santa Teresa, obra de Fernández de la Vega, se recuperó del retablo anterior. A ambos lados de la Inmaculada, ciñendo las columnas, se colocó el Toisón de Oro y en el ático de los dos retablos, el escudo real en alusión a Felipe V, demostración de agradecimiento del obispo.

La girola

El Barroco asturiano pasaba por su momento de mayor esplendor. Le tocaba ahora el turno a la girola, desnuda desde su construcción en 1620. José Bernardo de la Meana fue el encargado de rellenar los espacios centrales del pasillo anular y las hornacinas de los contrafuertes, con sus correspondientes retablos. Estos debían representar santos y apóstoles. Tres de las capillas cuentan con la imagen del titular en la calle central, rodeada de escenas alusivas a la vida de los apóstoles: Santiago, San Andrés y San Bartolomé. En todas ellas se recogen pasajes de su vida con clara finalidad didáctica. Se encuentran estructurados en calles separadas por columnas de orden monumental que mantienen la importancia arquitectónica pese a la decoración que invade todo el espacio. Los dos retablos restantes continúan con el mismo programa iconográfico, pero no con la misma estructura. La Transfixión es una obra en relieve con elementos rococó en el que se da más importancia al motivo representado que a la arquitectura. Lo mismo ocurre con el de San Pablo, donde el protagonismo lo lleva el lienzo del apóstol para mayor relevancia de la narración.

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Capilla de San Bartolomé

Girola de la Catedral de Oviedo

Capilla de San Andrés

Girola de la Catedral de Oviedo

Capilla de San Pedro

Girola de la Catedral de Oviedo

Capilla de la Transifixión

Girola de la Catedral de Oviedo

Capilla de San Pablo

Girola de la Catedral de Oviedo

Capilla de Covadonga

Girola de la Catedral de Oviedo

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Los espacios entre capillas fueron revestidos a su vez con nueve retablos más, cubriendo completamente toda la superficie de la construcción. Algunos de los retablos clasicistas que todavía quedaban en la Catedral, se modificaron, añadiendo elementos barrocos para homogeneizar todo el conjunto. Es el caso del Cristo de Velarde, escultura manierista del siglo XVI, atribuida a Berruguete, a la que se añadió un copete rococó en el siglo XVIII. El vestido barroco estaba terminado, aunque para entonces, la moda, ya empezaba a cambiar y aún quedaban, y quedarán, nuevas incorporaciones.

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