Cincuenta antiguos alumnos del Loyola vuelven al colegio
Reencuentro. La generación de finales de los sesenta comparte anécdotas y recuerda sus travesuras en el colegio
Cuando los alumnos de Infantil y Primaria salieron ayer de clase tras una dura jornada escolar –con los últimos exámenes del curso–, ellos ocuparon sus pupitres y su sitio en el comedor. Medio centenar de antiguos estudiantes del colegio Loyola mantuvieron al mediodía un encuentro en el centro, con un recibimiento por parte de su director, Heriberto Fernández, más conocido como 'Caco'. Una visita para recorrer los pasillos por los que hace casi sesenta años caminaban todos los días para ir a clase; para algunos, el Loyola incluso fue su 'casa'.
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En aquella época, recordó el arquitecto Juan Tresguerres, de la generación de 1968, se dividían en dos clases: «El A para los externos como yo y el B para los internos». Estos últimos, con sus camas en el segundo piso, por las noches salían en excursión a las plantas más bajas. Casi siempre les pillaban los curas y, como consecuencia, venía el castigo.
Las anécdotas se sucedieron ayer; entre otras, que debajo de la capilla había una sala donde jugaban al ping-pong y había que pagar por partida. Como picaresca, el ingenio hizo que fabricasen monedas de plomo. El chollo, no obstante, se les acabó cuando fueron a mirar la recaudación. No había dinero; todo eran monedas de mentira y se quedaron sin juegos. Al final, la mesa se sustituyó por un gimnasio, aumentando así la zona para hacer deporte.
Fomentar el ejercicio físico entre sus alumnos era uno de los valores que los Escolapios impartían a sus alumnos. La distribución del patio donde ayer correteaban los alumnos era distinta hace seis décadas. Al fondo se ubicaba el campo de fútbol rodeado de una pista de atletismo, también había una zona para practicar hockey, balonmano y «baloncesto, siendo el espacio igual que el que hay ahora».
El esfuerzo deportivo permitió que algunos lograsen un diploma europeo, que hoy en día siguen exhibiendo con orgullo. Otros incluso llegaron mucho más lejos, como fue el caso de Miguel Sánchez, que ayer visitó la sala de trofeos del Loyola. Allí se exhiben algunas de las medallas de «oro y plata» que consiguió en su etapa como atleta. Luego impartió, como profesor, Educación Física durante una década en el centro, y participó con mucho éxito en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92: «Era el segundo entrenador de la Selección Española».
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Los logros de esta generación fueron al mismo tiempo académicos. Tresguerres obtuvo la «única matrícula de honor en el distrito universitario de Oviedo» durante la reválida de cuarto.
Comida en el colegio
Los exalumnos también compartieron ayer una comida especial en el comedor del colegio. De primero, fideúa y de segundo, carrilleras. De bebida, vino o agua. En definitiva, una jornada de confraternización que se suma a los encuentros que organizan cada primer miércoles de mes en La Cuadra de Antón. «Estas reuniones prestan mucho», concluyó José María Navia-Osorio, que fue consejero de Sanidad del Principado.
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