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ROSALÍA AGUDÍN
OVIEDO.
Viernes, 20 de noviembre 2020, 00:27
«Nunca me había pasado: con esta crisis hay gente que viene y nos pide fiarle las fotocopias para los deberes de los niños o gestionar las ayudas». Son palabras de Rocío Ramajo, de reprografía Jayro, quien ha notado un descenso de las ventas por culpa de la crisis económica provocada por la pandemia. «Estamos fatal y perdiendo dinero por todos los lados», asegura esta comerciante de San Lázaro. Lamenta que, mientras las deudas se acumulan, hay que seguir pagando impuestos, recibos de la luz o alquileres que, en algunos casos no se han bajado ni un céntimo a pesar de la situación: «Nos están ahogando y yo aún no cobré las bonificaciones que me deben».
San Lázaro es un barrio de paso para coger la Ronda Sur. También se encuentra muy próximo al casco viejo y al parque de Invierno, y por sus calles circulan la mayoría de automóviles que van en dirección a los tres tanatorios de la ciudad o el cementerio. Su población, según el último padrón, es de 2.396 habitantes, siendo la mayoría mayores de 40 años. Solo 800 vecinos son más jóvenes y con la pandemia las calles se han vaciado, sobre todo, por las tardes. Menos gente implica menos ingresos en los pequeños comercios declarados esenciales y en la hostelería, que sirve pinchos, cafés y menús a domicilio. Una «facturación que ha bajado un 80%» es lo que está padeciendo Marta González, de Suela y Tacón. Ha experimentado un aumento de ventas de «zapatillas para estar por casa», pero «ya no se reparan los zapatos». La razón es clara: «Hoy en día los hay muy baratos, prefiriendo la gente adquirir uno que arreglarlo. Tampoco lo hacen porque al salir menos, ante las recomendaciones sanitarias, no los necesitan». Esta situación ha llevado a algunos talleres de otros puntos de España a cerrar sus puertas. El suyo por el momento resiste a pesar de ingresar mucho menos que otros años.
«Por la mañana todavía hay algo de ambiente, pero el resto del día es nefasto», explica Rosa Iglesias, de la peluquería Aliseda, cuya plantilla tiene a dos personas en el ERTE. Cuatro trabajadores siguen estando en sus puestos de trabajo, pero el negocio «va mal». «Esperemos que después del puente de diciembre la cosa vuelva a levantarse», indica.
Con «días buenos y otros malos» está la ferretería San Lázaro. La semana en la que «creíamos que nos iban a encerrar, vendimos mucho», pero desde entonces ha bajado. «Lo mejor hubiese sido bajar la persiana durante quince días y luego volver con 'normalidad'», cuenta Rosa Menéndez , que regenta el negocio junto a su marido.
Siete personas al ERTE
Con «siete personas al ERTE», dos autónomos y el negocio cerrado está Lucky -antes conocido como El Horno de Lucky-, desde principios de mes, cuando el Principado decretó el cierre tanto de la hostelería como de los negocios no esenciales. Mientras, «las deudas se acumulan y hay que seguir pagando impuestos y recibos». «Esta vez no rebajamos la potencia de la luz porque lo que ahora te ahorras lo tienes que pagar luego», explica Javier Feito.
Hostelería con conciencia organiza a las once de la mañana de hoy una concentración en la plaza del Ayuntamiento.
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