Fallece Ezequiel Fernández, el «padre de los seminaristas»

El Seminario Metropolitano de Oviedo despide a uno de sus principales evangelizadores. La vida de Ezequiel Fernández, el que había sido director espiritual de la diócesis durante cinco décadas se apagó ayer, a pocos meses de cumplir 93 años, en la Casa Sacerdotal, por «agotamiento» después de haber sufrido graves problemas respiratorios durante años. Así lo explicó su actual director, José Antonio González Montoto, que lo recordó como «el padre de los seminaristas».

Ezequiel Fernández, que nació en 1927 en La Foz de Morcín y llegó a cursar Minas antes de entrar en el Seminario, estuvo marcada por dos hitos fundamentales desde que se ordenó sacerdote en 1957. La dirección espiritual del centro, que dejó durante dos años para oficiar en Covadonga; y la labor de consiliario en los cursillos de cristiandad también durante varias décadas. «Fue el encargado de acercar a Dios a los laicos», manifestó el sacerdote.

En vida, Fernández presumía de tener buena relación con todos y cada uno de los sacerdotes de la diócesis. Así lo recuerdan sus compañeros de oración y hábito. «Acompañó a cientos de sacerdotes en su proceso de crecimiento espiritual», señaló González Montoto.

Algo que reiteró, por su parte, el actual director del Seminario y antiguo discípulo, Sergio Martínez Mendaro, al explicar que «don Ezequiel se sentía con mucha libertad para acercarse a todos nosotros cuando éramos seminaristas. Casi todos confesábamos con él y sabía siempre los problemas que teníamos. Nos decía que no perdiéramos de vista lo que es fundamental, que es vivir el evangelio», sentenció.

Los allegados relatan su vida, antes de la enfermedad que lo llevó a abandonar el Seminario, donde había vivido buena parte de sus años, para ubicarse en la Casa Sacerdotal, como la de «un hombre con muchas virtudes, un sacerdote muy espiritual que vivió entregado al seminario, su gran pasión fue el seminario», relató el párroco de San Francisco Javier de La Tenderina, Alberto Reigada. «Fue como un alfarero que talló las vasijas de barro que somos cada uno en el ámbito espiritual», explicó.

Fernández era tenor, «y muy bueno», «confesó a muchos sacerdotes y dedicó muchas horas a la oración. Descansaba poco y era un hombre austero, cada día con el rosario en la mano», concluyó.