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ana ranera
Viernes, 7 de febrero 2020
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Los alumnos combinan el aprendizaje con la lucha por la integración de cualquier persona que viviera con el riesgo de quedarse al margen.
En el ciclo de Mediación Comunicativa, que ya va por su quinta promoción, se forman para trabajar con cualquier persona con dificultades en el lenguaje o en el habla. «Abarcamos muchos campos, todos aquellos en los que la comunicación se ve afectada, por ejemplo, desde síndrome de down, parálisis cerebral, Alzheimer, autismo, sordera o sordoceguera», explican sus alumnos de segundo curso.
Esta profesión, que aún está dando sus primeros pasos, pretende ir más allá de los lugares hasta donde llegaba la figura del intérprete. «El intérprete se centraba en la lengua de signos y nosotros, además, podemos trabajar con sordociegos, sabemos braille, conocemos muchos sistemas de comunicación y podemos adaptarlos si el usuario lo necesita», aclaran. El fin último del mediador es lograr la autonomía de las personas y, para ello, interviene también en el entorno de los usuarios. «Hay que llevar a cabo un proceso con su familia y con los lugares que suele frecuentar, mismamente explicarle al panadero cómo puede entenderse con su cliente».
Para estos estudiantes, al igual que para los del ciclo de Audiología Protésica, el objetivo es lograr la comunicación de quienes viven en un mundo incomunicado. En el caso de los audiólogos protésicos, estos suelen estar más vinculados a la salud, pero aquí, en Vinjoy, se les ha dado a los más de 250 que se han graduado desde el año 2003, también el papel social que juega su empleo. «Es un ciclo muy sanitario y mucha gente de la que viene es del perfil sanitario, son gente a la que lo social les queda muy lejos, entonces lo que aquí pretendemos hacer es que no solo estudien un ciclo, sino que también se empapen de la importancia del ámbito social», explicaba la educadora Andrea Iglesias.
Bajo esta firme premisa, los estudiantes toman conciencia de que su trabajo no pasa solo por fabricar prótesis y adaptarlas a sus pacientes, sino que deben guiarlos y hacer más fácil el camino hacia la desmutización. Un camino en cuyo comienzo parecerá que cada leve sonido es un estruendo y en el que, poco a poco, jugando con el tiempo a favor, se irá alcanzando la meta en la que la vida, por fin, suene bien.
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