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Jesús Rodríguez Virgili. MARIO ROJAS
Jesús Rodríguez Virgili

Un hombre tranquilo aunque no tanto

Familiar. Médico de familia, director del Centro de Salud de Luanco y muy amante de su profesión. Seguidor de Iron Maiden, deportista aunque abandonó el fútbol por una lesión, casero y ordenado; iba para militar y acabó en la medicina. Es muy ovetense, no podía ser de otra manera

Domingo, 12 de octubre 2025, 02:00

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Es médico de familia aunque no es Emilio Aragón y heavy metal, pero por nada del mundo uno pudiera pensar que le gusta Iron Maiden. Si bien parece un tío reposado y tranquilo, se debe transfigurar cuando se acerca a un concierto, se calza los vaqueros, una camiseta y gira el cuello como la niña de El Exorcista. El caso es que en su mundo familiar, tranquilo, sosegado y ordenado, donde cada pelo de su cabeza está en su sitio y no parece que sienta la rebeldía de moverse, subyace el diablo del rock ochentero. Un rock que le inyectó su hermano Antonio de niño y que sigue vivo en él, aunque vaya cumpliendo años.

Jesús Rodríguez Virgili (Oviedo, 1979) es médico de familia, director del centro de salud de Luanco, vicepresidente segundo del Colegio de Médicos y un enamorado hasta las cachas de una especialidad médica que «es la más completa de todas porque tienes un contacto continuo con los pacientes y nos permite hacer muchas cosas, es multidisciplinar. La verdad es que me llena totalmente».

Hijo de Antonio Vespertino, catedrático en Filología Románica por la Universidad de Oviedo, y de Valentina, catedrática de instituto en Lengua y Literatura, tiene cinco hermanos –«yo soy el cuarto»– muy bien avenidos. La familia vivió en Arquitecto Reguera de siempre, «jugábamos al fútbol, al escondite o a polis y ladrones en el aparcamiento de la Escuela de Minas». Estudió en Los Robles «de principio a fin» y cuando parecía que se iba a ir a estudiar a la Academia General Militar de Zaragoza, lo pensó mejor y aterrizó en Medicina. «Entré por los pelos, creo que fui el penúltimo, porque siempre he sido un estudiante regular».

Vestido de oviedista.
Con cuatro de sus hermanos haciendo deporte.
Su hijo Javier le ausculta.

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De los tiempos de juventud le quedan los recuerdos de las cervezas y copas en el Zaperoco, la Andolina y Paul &Cía. De ligar, poca cosa porque «siempre quedábamos dos o tres del grupo rezagados y no sabíamos cuál era la razón».

Con todo, en un viaje en tiempos universitarios conoció a Cristina, con la que empezó a salir meses después. Era a principios del presente siglo y se casaron en 2008 y hasta hoy. Por el medio, dos niños Javier y Álvaro.

Destaca en su vida su gusto por la familia. De hecho le encanta la familia, hasta la política. «Nos hemos ido de vacaciones con mis suegros y mis cuñados y yo, tan contento».

Más allá de la familia, de sangre o política, le da igual, otro pilar es el deporte. «Aunque me conservo en forma, me gustaba el fútbol sala, pero lo tuve que dejar por la rotura del cruzado y los meniscos de la rodilla. Así que pádel, gimnasia y bicicleta porque hay que mantenerse activo».

Y para cerrar, el heavy metal. Pone cara de que no es tanta pasión, pero acompaña a su hermano a conciertos pese a que no tiene esa pinta. «Ese rock clásico de los años ochenta del siglo pasado es lo mejor y vibrar en un concierto de Iron-Maiden es un espectáculo digno de ver».

Jesús Rodríguez Virgili disfruta con la medicina, se le cae la baba con la familia, suda con el deporte y descontrola lo que puede descontrolar con el rock. Es el paradigma del hombre tranquilo de John Ford, aunque no es tan tranquilo como John Wayne.

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