Hostelero y disfrutón
Muy asturiano. Vivió el tránsito del pueblo a la ciudad que le desarraigó. Voluntario olímpico, se metió en la hostelería y junto con otros socios ha creado un emporio en Oviedo
RAFAEL FRANCÉS
Domingo, 24 de septiembre 2023, 02:22
Es difícil que caiga mal. Muy difícil. Mira a los ojos de frente y habla con la sencillez de la gente del norte, directa y con ese medio tono jocoso que tanto se da en Asturias y que Pedro Caramés González (Vega de Anzo, Grado, 1970) atesora desde siempre. No lo ha perdido ni un ápice tras más de 50 años de vida. De su niñez recuerda el tránsito del campo a la ciudad porque era un «gran contraste la vida de pueblo, casi semisalvaje, a venir a la ciudad encerrado en un piso por el miedo que tenía mi madre a que nos pasara algo, así que del colegio (Las Escuelas Blancas) a casa. Los fines de semana en Vega de Anzo y durante la semana en Oviedo». Una niñez marcada por cierto desarraigo pues «para los de Oviedo eras de Grado y para los de Grado eras de Oviedo».
Luego estudió en el Instituto de San Lázaro «aunque no compartí aula ni con Melendi ni con Fernando Alonso. Fuimos los tres ilustres pero no coincidimos». Pedro es hijo de Aquilino, comercial y vicepresidente de la Federación de Patinaje, «un apellido ilustre en el mundo del hockey» y de Josefina, peluquera. Tiene tres hermanos: Nacho, Cristina y Verónica, estas dos últimas gemelas. Él es el mayor.
En la vida del instituto sacó a relucir cierta inquietud que de niño no se presagiaba y se hizo activo. Se apuntó a fotografía, a kárate con Ángel Arenas y a esquí, entre otras cosas. No perseveró mucho pero hizo sus pinitos, «en kárate llegué a cinturón azul y no llegué a más porque era muy malo haciendo katas».
Como a casi todo joven de su edad le llegó el momento de ir a la mili y le tocó se policía militar en Pamplona. Pero lo bueno empezó a partir de ahí. Fue terminar el servicio militar y marcharse como voluntario olímpico a Barcelona en 1992. «Era una ciudad volcada, con comedia de la mañana a la noche. A mi me tocó en el tenis y viví la transformación de Barcelona».
Volvió de Barcelona «y me puse a trabajar, «porque no quería estudiar». Guardia de seguridad, vendedor de voladores en las fiestas de los pueblos y «ahí conocí a mi socio Jero que me propuso abrir el Kiko Maracas». Era el año 2005. «Menudo giro pegué pues pasé de ir los domingos a misa a un pub nocturno que era, como decía Sabina, el infierno».
Allí conoció a la que hoy es su mujer, Liz. Tiene dos hijos Pedrín y Alma y cuando enseña fotos babea. Esa unión también le sirvió para dejar la noche porque ya «ya me fui metiendo en años y en kilos aunque aún hoy seguimos añorando la vida nocturna».
Abrió un pequeño restaurante en Gascona, El Cachopito «que funcionó muy bien porque todo eran cachopos y sidra por culetes, tuvo su recorrido».
Más tarde lo amplió hasta lo que es ahora, La Finca, y comenzó a aumentar el número de socios, al principio eran Jero y él, hasta llegar a siete y comenzar a montar un emporio de la hostelería ovetense y pasar «de consumir sidra a escanciarla».
Pedro Caramés es empresario, motero, «tengo una BMW RT 1200», pero sobre todo es buena gente. Currante y muy disfrutón. Es decir, muy asturiano.