Cabalgata Reyes Magos Oviedo | Ilusión a raudales en una abarrotada Cabalgata
Melchor, Gaspar y Baltasar recuperan la tradición de adorar al niño Jesús ante el nacimiento de la plaza de la Catedral | Alrededor de cien mil personas se congregaron en el centro de la ciudad para ver a los Reyes Magos
ROSALÍA AGUDÍN
OVIEDO.
Lunes, 6 de enero 2020, 02:00
Había muchos nervios. pero todo salió según lo previsto. La magia de los Reyes Magos hizo que las nubes se alejasen en uno de los días más mágicos del año, aunque los abrigos fueron los protagonistas de la Cabalgata. El frío, a las ocho de la tarde había nueve grados, no impidió que las calles se llenasen de familias para recibir a las más de 1.600 personas de la comitiva real y gritar los nombres de Sus Majestades.
Era un empeño del equipo de gobierno, formado por la coalición del Partido Popular y Ciudadanos, recuperar la adoración del niño Jesús y lo consiguieron. Los cofres de oro, incienso y mirra volvieron a salir a la calle tras cuatro años guardados en una nave municipal de Olloniego. Melchor, Gaspar y Baltasar llegaron a la plaza de la Catedral a eso de las ocho de la tarde, con algo de retraso sobre lo previsto. Lo hicieron de forma escalonada y bajo la música de la Banda de Música Ciudad de Oviedo. Los tres juntos se dirigieron después al nacimiento asturiano, instalado en medio de la a la plaza del Alfonso II el Casto por la asociación de Belenistas de Oviedo a principios de diciembre.
Sus Majestades, primero, saludaron a las autoridades, entre las que estaba el deán, Benito Gallego, y el alcalde, Alfredo Canteli, y después uno por uno depositaron a los pies del belén los cofres y se arrodillaron en los reclinatorios y cojines cedidos por el Cabildo, tras la petición realizada por la concejala de Festejos, Covadonga Díaz, a finales del año pasado.
Tras un tiempo de oración, acabado con un padrenuestro, saludaron al público y allí Melchor hizo de portavoz: «Está siendo una Cabalgata fantástica e insólita. Esta noche -por la de ayer- llevaremos poco carbón porque los ovetenses fueron muy buenos», alzó la voz, mientras los concejales del equipo de gobierno recogían los reclinatorios. Al acto no acudió ningún edil de la oposición.
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La adoración duró un cuarto de hora y a continuación Sus Majestades abandonaron la plaza en sus respectivas carrozas. La comitiva real continuó después por la calle del Águila, restringida al público. Las indicaciones del Ayuntamiento alertaban que allí no podía haber nadie para garantizar la seguridad de los cuatro caballos que tiraron de cada una de las carrozas de Sus Majestades. En años pasados, se llegó a instalar una gran alfombra para evitar que resbalasen por la empinada vía, pero la idea no fue fructífera. En Pozos tampoco hubo espectadores por las mismas razones.
El resto del recorrido, que fue más largo por la inclusión de la adoración, estaba abarrotado y se instalaron vallas por todas las calles para evitar problemas. Alrededor de cien mil personas, según los cálculos del Ayuntamiento, se congregaron en las dieciséis vías por las que pasó la comitiva en un recorrido que se alargó más de dos horas.
Tanta gente hubo, casi el doble que el año pasado cuando el tripartito cifró en 45.000 los asistentes, que minutos antes de empezar el recorrido se tuvieron que cambiar de sitio las vallas de Viaducto Marquina. Se movieron un metro y medio para adelante para que entrase toda la gente que había congregada.
La cantidad de visitantes hizo que Canteli se mostrase «muy feliz» durante la valoración que hizo de la Cabalgata: «Hay muchos asturianos, gente del País Vasco y de otros lugares que han venido hasta aquí esta tarde», añadió visiblemente emocionado en la plaza de la Catedral.
Una de las visitantes fue la pequeña Dobra Forcelledo. Tiene cuatro años y vive junto a sus padres en Pola de Siero. La familia decidió este año viajar hasta Oviedo para ver la Cabalgata y allí la pequeña le recordó a Melchor lo que pedía. «Un unicornio que canta y le puedes pintar la cara». Confía en recibir este regalo porque ha sido «muy buena» aunque su padre no estaba tan de acuerdo con la nota que se daba su pequeña.
«Fuimos buenísimos»
El público infantil estuvo durante todo el recorrido sumamente nervioso por ver a Sus Majestades. De un mupi del paseo de Los Álamos se colgó un cartel donde se explicaba a los Reyes: «Fuimos buenísimos». La pequeña Sara San José, de ocho años, hizo un letrero en el que daba la bienvenida a toda la comitiva real: «Lo pinté esta mañana y mi rey favorito es Gaspar». A él le pidió «unos patines de hielo» y algo relacionado con «Harry Potter».
Lo que más llamó la atención a la pequeña Valeria Mier, de dos años, fueron los caballos. Tanto le gustaron que uno de los jinetes de Katar se acercó para saludarla. Tras ellos llegó su rey mago favorito: Melchor. «A él le pidió un bebé con pañal y botas», comentó su madre, mientras la sujetaba.
Animales este año hubo pocos. Cuatro caballos tiraron de cada uno de las carrozas de Sus Majestades, un abundante rebaño de ovejas , burros y ponis. Uno de ellos, se puso un poco rebelde. Al final de la calle Uría, justo enfrente de la gran bandera de España, decidió que no quería continuar. Fue necesaria la colaboración de tres personas para que siguiese el ritmo de la comitiva.
Mientras, la nota musical la pusieron once grupos folclóricos, en los que, como no podía ser de otra forma, los villancicos fueron los protagonistas. Sonaron, entre otras, 'Campana sobre campana', 'Jingle Bells' o 'Arre borriquito'.
Sus actuaciones se intercalaron entre el paso de las comitivas llegadas de otros puntos. Entre ellos las de Damasco, Omán o los jinetes de Katar. También estuvieron presentes representantes de Macedonia, Samarkanda o Rajastán, acompañando a la princesa Conchita. Cerraron la marcha el siempre querido coche de bomberos Laffy de 1929 y un camión cargado con cientos de regalos y presentes pedidos a última hora a los Reyes.
De la carroza al fútbol
Tras la Cabalgata, los Reyes Magos se dirigieron al Carlos Tartiere donde presenciaron el partido del Real Oviedo contra el Málaga. También acudió la concejala Covadonga Díaz que viajó hasta el Carlos Tartiere subida en el clásico coche de bomberos.
Mientras, las pastelerías se llenaron. Las colas se sucedían en puntos como Rialto y muchos templaron los nervios y el frío con un chocolate bien caliente. Después se dirigieron a sus casas y se acostaron bien temprano para a primera hora de la mañana abrir los regalos depositados debajo el árbol. «Estoy bastante nervioso por lo que me traerán. Pedí a Gaspar un piano y espero que no se hayan olvidado de mi petición. Les entregué la carta hace mucho tiempo», contó José González, de diez años, mientras que Carmen Ballesteros, de nueve años, confesó estar «muy nerviosa» por ver a Sus Majestades antes de ir a la cama.