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A las cuatro y media de la tarde, Marola Argüelles tenía previsto abrir la casa de Uría para comenzar a vender su contenido. Lo que no esperaba era que un numeroso grupo de personas se agolparan, desde media hora antes, ante el portal para subir a esta 'tienda temporal' y ello solivientara a algunos de los residentes.
Tras recibir la denuncia de un vecino que aseguraba que la gran afluencia de personas que acudían a comprar enseres a un piso estaba generando molestias, la Policía se personó en el lugar.
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Tras la inspección policial y comprobar que estaba todo en regla, Argüelles pudo continuar con normalidad su actividad. Pero la denuncia no fue el único acto de rechazo de la comunidad de Uría, 33. Dos vecinas del inmueble, visiblemente contrariadas, optaron por tomar medidas por su cuenta y se dedicaron a arrojar agua a la calle sobre los potenciales clientes con la intención de ahuyentarles. Aunque el incidente sorprendió a los compradores, estos mantuvieron en todo momento la calma y pudieron, finalmente, explorar el piso en busca de objetos de interés.
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