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Los miembros de Concertino durante una de las actividades.

Los jardines de La Rodriga, un oasis «de tranquilidad»

Concienciación sobre el ruido. La Escuela de Sostenibilidad organiza dos talleres, varios paseos y obras de teatro al lado del Seminario Metropolitano

Lunes, 29 de abril 2024, 02:00

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Entrar en la calle Prao Picón es acceder a un mundo de «tranquilidad». El ruido y la contaminación acústica de la plaza San Miguel o la vía Muñoz Degraín se disipan llegando casi al silencio más absoluto en los jardines de La Rodriga. «Aquí sólo escuchamos los sonidos que nos gustan» como el canto de pájaros, explicó ayer Begoña Honrado, directora de la Escuela Municipal de Sostenibilidad, desde uno de los paseos de este lugar elegido para conmemorar el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido.

Su celebración fue el miércoles, pero el grupo de las actividades se pospusieron a ayer. «Elegimos este espacio porque es muy recogido y con un ambiente sonoro saludable», indicó.

A lo largo de cuatro horas celebraron cuatro actividades como un taller de estimulación sonora temprana que corrió a cargo de Isabel Mochales de Concertino. «En esta actividad lo que trabajamos es el movimiento, la musicalidad y las emociones» a través de diferentes instrumentos como el arpa y la guitarra y con lo más importante, la voz. «Esta actividad está dirigida a pequeños de cero a seis años y nosotros trabajamos con las personas tanto en el principio como al final de la vida», relató la artista.

Otro de los actos que se llevó a cabo, detalló Honrado, fueron unos paseos para enseñar tanto «la fauna como la flora del parque». Es decir, que los pequeños conociesen la historia de estos jardines que hasta hace veinte años no eran públicos. Fue en 2003 cuando el Arzobispado los cedió. Allí hay especies foráneas «que trajo el marques de la Rodriga como un nogal negro». «También hablamos de los personajes asociados a la historia de este espacio para conectar su pasado con el pasado y el futuro». La mañana de actividades se cerró con el Coru de Muyeres de San Esteban, que susurraron las canciones del repertorio. De esta forma sumergieron al público en el poder del silencio.

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