Pía Menéndez-Graiño Portilla: Podría manejar la aguja con la mirada
Lo sabía desde niña. Diseñadora y propietaria de la marca de moda Quetzal. Hiperactiva y enamorada del mar, que «me relaja mucho». Estudió moda en Londres tras acabar Derecho y ADE en Madrid. Camina por la vida con unos ojos intensos y brillantes que siempre la preceden
Juega al pádel, esquía, viaja «aunque cada vez menos por placer porque no tengo tiempo», navega –«el mar me relaja mucho»–, es 'cocinitas' de carrilleras, bizcochos y «muy buenas croquetas». Lee poesía y libros de autoayuda pero, sobre todo, trabaja mucho, sin descanso, y mira la vida desde unos profundos y limpios ojos claros que le dan mucha credibilidad al hablar. Todo ello coronado por una sonrisa cómplice.
Desde muy pequeña se enamoró de la moda pero no fue hasta la pandemia cuando empezó a tomárselo en serio. «Tenía mucho tiempo libre para pensar y ahí nació de verdad» la posibilidad de montar su propia línea de ropa, Quetzal. Ya en septiembre de 2022 fue una realidad «tras seis meses trabajando la marca, los proveedores y todas esas cosas que no sabes que hay que hacer cuando empiezas con algo y que son costosas». El punto de partida, el Club de Tenis de Oviedo y Rúa 15. A partir de ahí más de media España mostrando sus colecciones. También en Portugal.
A Pía Menéndez-Graíño Portilla (Oviedo, 1994) es hija de Francisco, cirujano plástico, y Pía, funcionaria municipal. Sus primeros años de vida fueron en la plaza de San Miguel y luego en la avenida de Galicia, así que fue mucho de jugar en el Campo San Francisco y «en los juzgados para patinar». Atrevida y algo irresponsable como niña que era, aún le quedan recuerdos de caídas y dolores «de estar dando volteretas por todas partes».
Estudió en el colegio San Ignacio muy marcada «por unas amistades del colegio que me las llevo para siempre».
Niña buena y también obediente, empezó a salir «tarde» con 16 años por Tribeca o Green y esos sitios que los padres no querían ni conocer pero donde estaban todos los hijos de Oviedo.
«Era una estudiante normal pero me costaba mucho concentrarme», lo que denota cierta hiperactividad. Se fue a Madrid a estudiar Derecho y ADE porque «mis padres me pusieron la condición de estudiar una carrera antes de dedicarme a la moda. Así que terminé, hice un máster y me empecé a dedicar a lo que más me gustaba desde era una enana; era muy presumida y me probaba la ropa de mi madre».
Trabajó en el Banco Santander y de atelier en Londres y en Madrid. Ahora trabaja su propio producto con el que triunfó en la Pasarela Campoamor. La moda es una pasión irrefrenable en ella.
Pero le gustan más cosas porque no sólo de moda viven las personas. Toca el piano y «he ido a clases de solfeo toda la vida». Con todo la ópera no le convenció al principio porque «mi madre me llevó a ver 'Madame Butterfly' con cinco años, me dormí y tardé el volver». Es más de otros ritmos como las voces negras de siempre o del único e incomparable Sinatra. Incluso fue figurante en la zarzuela ovetense, donde no cantaba pero había mucha música.
Pía Menéndez-Graíño, la madre de Quetzal, es a sus 30 años más que una promesa de la moda ovetense pero, sobre todo, es una persona amable, afable, con desparpajo y con una intensa e inteligente mirada que la precede allá donde va.