Un año de la restauración del Arca Santa

«Ha sido una labor preciosa, estamos muy contentos. Fue un momento bonito cuando repusimos el Arca Santa en su sitio». Así valora el deán de la Catedral, Benito Gallego, la restauración del famoso relicario de la Catedral, que justo hoy, hace un año, volvía a exponerse al público.

Probablemente, el Arca Santa restaurado contribuyó al alza de visitantes al templo en 2017, que fueron 117.000, 10.000 más que el año anterior, aunque la tendencia positiva es sostenida desde 2015. En los «cientos de comentarios» del libro de visitas del último curso, señala el deán, mucha gente «expresan su sentimiento de pena por que no se conozca más».

La restauradora del Instituto de Patrimonio Cultural de España (ICPE), Paz Navarro, que dirigió la tarea de devolver al arca su esplendor perdido con los años, se muestra «contenta» con la labor realizada». Ella se encuentra ya «en otros proyectos» pero dejó el relicario, en su urna con gas inerte, con un protocolo de mantenimiento.

Desde marzo hasta julio de 2017, el Arca Santa fue desmontada, limpiada, saneada, recompuesta y protegida frente a futuros deterioros. Recuperó su aspecto original, con el color plateado y también dorado en la tapa.

Con Navarro trabajaron diez personas de un equipo multidisciplinar en el que hubo un asturiano: el carpintero, Cristóbal Gomero. El propietario del bien, el Cabildo, encargó los trabajos, que costaron 56.000 euros, a la empresa Taller de Arte Granda, fundada por un sacerdote lenense.

Por su parte, el Principado de Asturias dio su aprobación a los trabajos e inició los trámites para declarar el Arca Santa Bien de Interés Cultural (BIC).

La marcha de los trabajos de restauración del relicario se vio empañada por un proceso judicial del que se ocupó el Juzgado de Instrucción número 2 de Oviedo. Un restaurador burgalés, José Luis Alonso, interpuso una denuncia por plagio en el proyecto de reparación. El juez dio carpetazo al asunto.

El Arca Santa es un relicario del siglo XI con 1,19 metros de altura por 0,93 de ancho y 0,7 de profundidad. Contenía varias reliquias de Jesucristo, la Virgen y los apóstoles, entre las que destaca el Santo Sudario. La leyenda sitúa su origen en Jerusalén; en 1075, el rey Alfonso VI mandó abrirla, inventariar lo que había dentro y recubrirla de plata.

Era la primera vez que se intervenía en el Arca Santa, ennegrecida por el tiempo y la explosión que sufrió con la voladura de la Cámara Santa en la Revolución de 1934, desde que el año siguiente Manuel Gómez Moreno intentase arreglarla. Pero los medios entonces eran precarios para poder obtener un resultado ideal. En el siglo XXI se ha conseguido.