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A los doce años, durante unas vacaciones, Sergio Fernández Cossío (Oviedo, 1973) entró por primera vez a un quirófano. «Vi mi primera cirugía, una rinoplastia», ... recuerda. De aquella ya estaba más que familiarizado con la Medicina. Su padre era el reconocido cirujano José Manuel Fernández Álvarez, fallecido hace un año. Así que, tras estudiar en el colegio Meres se matriculó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, especializándose en Medicina Plástica, Reconstructiva y Estética en Santiago de Compostela, y posteriormente abrieron la clínica Fernández en Montecerrao.
–Ha seguido los pasos de su padre, el cirujano José Manuel Fernández Álvarez. ¿Le inculcó desde pequeño el amor por la Medicina?
–Desde que recuerdo tuve interés por la profesión de mi padre. Recuerdo acompañarle a la Facultad de Medicina; mientras él practicaba microcirugía yo estudiaba en algún despacho, y a veces me acercaba a mirar por el microscopio. A los 12 años, estando de vacaciones, entré por primera vez en el quirófano de la clínica Morate y vi mi primera cirugía, una rinoplastia. Creo que me di cuenta entonces de que me gustaba el ambiente de silencio y concentración que allí había. En mi casa se hablaba con cierta frecuencia del trabajo, de las intervenciones que se realizaban. A mi padre le gustaba mucho lo que hacía y eso se transmite.
–¿Con qué consejos aplicables a la profesión se queda?
–Tener una buena formación y aplicar los conocimientos sin olvidar el aspecto humano de la Medicina, primando el cuidado y el interés de los pacientes.
–Falleció hace un año, ¿cómo era como médico y como padre?
–Nuestra relación era muy buena, pasamos mucho tiempo juntos y nos conocíamos muy bien. Sabíamos lo que pensaba cada uno a veces sin hablarlo. Cuando empecé a trabajar con él ya era muy reconocido en el ámbito de la cirugía estética y yo le respetaba mucho. Nunca hubo clases magistrales; el aprendizaje se resumía en aprender por imitación. Así fue los primeros años, que además dediqué a finalizar la tesis, publicar algunos trabajos, viajar al extranjero a ver a cirujanos muy prestigiosos y sacar adelante el proyecto de la clínica. Con el tiempo fui incorporando técnicas nuevas o modificaciones en algunos de los procedimientos que realizábamos. Existió una simbiosis profesional en la que inicialmente yo aprendí de él y después él pudo trabajar en lo que tanto le gustaba hasta una edad avanzada.
–¿Por qué optó por la medicina privada?
–Tras finalizar la residencia tuve la posibilidad de continuar vinculado a la Seguridad Social; pero era difícil compatibilizar actividad pública y privada con la dedicación que ambas necesitarían. Y ya teníamos en marcha el proyecto de la clínica, que requería mucha atención.
–¿Cómo surgió la idea de la clínica?
–Era algo que se llevaba barajando varios años, en parte por la experiencia que conocíamos de otros compañeros tanto en España como en otros países. Creíamos que era bueno para nosotros y para los pacientes que el lugar en el que se realizasen las cirugías fuese lo más cómodo, tranquilo y seguro posible. Que la atención fuese como la que a nosotros mismos nos gustaría recibir.
–¿Por qué se eligió esta ubicación?
–Se valoraron varias opciones, pero el lugar ideal era Montecerrao. Tiene muy buen acceso y a la vez es suficientemente tranquilo. No se tiene la sensación de estar a pocos minutos del centro de Oviedo.
–Como profesional, ¿dice muchas veces que no a las peticiones de los pacientes y cuáles son las menos recomendables que le han pedido?
–El éxito de la cirugía estética está en lograr que los pacientes estén contentos con el resultado, pero el criterio estético del cirujano también debe de pesar, aún más cuando pueden existir implicaciones en la salud. Antes que cirujanos somos médicos y siempre se busca lo mejor para el paciente. Cuando vemos en consulta pacientes que pensamos que no van a conseguir los resultados que esperan, bien porque sus expectativas no se ajustan a la realidad o porque el tipo que intervención que buscan no está indicada, no se realiza el procedimiento.
–La cirugía estética avanza a pasos agigantados. ¿Cómo ha evolucionado desde salió de la carrera?
–Los cambios más importantes están relacionados con modificaciones técnicas que permiten realizar cirugías menos invasivas con recuperaciones más rápidas. Como todas las cirugías, la mano del cirujano es el elemento más importante. Pero en cirugía estética existe un grado de personalización alto por lo que las variaciones en la aplicación de la técnica, aunque a veces parecen mínimas, son frecuentes. Y ese es uno de los encantos de la especialidad.
–En ocasiones, se detectan falsos profesionales, con prácticas muy peligrosas. ¿Han detectado alguno en Oviedo?
–Muchas de las intervenciones que se realizan en nuestro país son realizadas por personas que no tienen la acreditación o la formación adecuadas. Se utilizan términos ambiguos o directamente falsos para llevar a confusión a los pacientes, que acaban creyendo que son tratados por un cirujano plástico o estético, cuando en realidad no tienen la formación, la titulación o ninguna de las dos.
–¿Cómo es el perfil de la mayoría de sus pacientes?
–Varía bastante, pero el patrón habitual es el de personas que buscan mejorar su apariencia por razones personales, no necesariamente impulsadas por presiones externas. Suelen tener expectativas realistas y buscan procedimientos que les ayuden a sentirse mejor consigo mismos sin alterar drásticamente su aspecto y sin tener en cuenta modas de las que se puedan arrepentir en el futuro.
–¿Qué tipo de intervenciones son las más demandadas en cirugía plástica?
–En cirugía facial las más frecuentes son la cirugía de los párpados o blefaroplastia, la de nariz o rinoplastia y el lifting facial. A nivel corporal las cirugías mamarias en mujeres y la liposucción en ambos sexos.
–¿El aumento de pecho sigue estando entre las más demandadas por las mujeres?
–Sí, es una cirugía muy habitual. El volumen y forma de la mama está muy asociado a la percepción de la feminidad, por lo que las mujeres que presentan un menor desarrollo de la glándula mamaria con frecuencia se plantean este tipo de cirugía. Pero prácticamente siempre buscan resultados proporcionados y naturales.
–¿Los pacientes se operan más por cuestiones de salud o estéticas?
–Varía según el tipo de intervención. En muchos de ellos existe una motivación funcional y no sólo estética. La cirugía de los párpados, la de nariz cuando existen problemas respiratorios asociados o la reducción mamaria por los problemas que supone el exceso de volumen, son procedimientos en los que con frecuencia hay un componente funcional asociado.
–¿Considera que hay pacientes adictos a la cirugía estética?
–Es muy poco frecuente, pero existe el riesgo de pacientes que pueden desarrollar una dependencia emocional hacia la cirugía estética. Una persona que realice varias intervenciones a lo largo del tiempo no quiere decir que sea adicta, siempre que exista una correcta indicación médica. El cirujano debe valorar en qué casos un paciente puede estar pidiendo algo más allá de lo que realmente necesita. Intentamos asegurarnos de que los pacientes tengan expectativas realistas y que sus decisiones estén bien fundamentadas; que no sean impulsivas.
–¿Cada vez se operan pacientes más jóvenes?, ¿qué demandan?
–Pueden existir más jóvenes interesados en la cirugía estética por la accesibilidad de la información y el aumento de la conciencia sobre los procedimientos estéticos, debido a las redes sociales y la cultura de la imagen. Pero no existen variaciones significativas con respecto al número de pacientes jóvenes que se operan en comparación con hace algunos años. Aún no hemos llegado a la situación en la que se regalen cirugías para los cumpleaños como a veces se dice. Sí es cierto que en pacientes jóvenes se debe de realizar una evaluación más detallada de la madurez física y emocional.
–La gente más madura... ¿qué tipo de tratamientos se hace con mayor frecuencia?
–Aquellos que tienen como finalidad tratar los cambios asociados al envejecimiento, habitualmente a nivel facial. De los que precisan cirugía los más frecuentes son la cirugía de los párpados y el lifting. De los no quirúrgicos los que buscan mejorar arrugas de expresión, como el bótox o los rellenos de ácido hialurónico, o la calidad de la piel como los peelings, el láser o la dermoabrasión, que permiten eliminar manchas o arrugas.
–Le queda mucho por evolucionar a la cirugía estética, ¿cómo será dentro de diez años?
–La tendencia es que los avances se dirijan hacia el desarrollo de técnicas cada vez menos invasivas y de recuperación más rápida. La innovación en tecnologías que permitan una mayor retracción cutánea, evitando cirugías de resección, aunque ya es una realidad, posiblemente se desarrolle y permita obtener resultados aún más efectivos y predecibles.
–Los hombres cada vez se preocupan más por cuestiones estéticas, ¿qué tipo de tratamientos les recomienda?
–El porcentaje de varones que se realizan tratamientos estéticos, quirúrgicos o no, se mantiene más o menos estable, al menos en nuestro entorno. Las cirugías más frecuentes son la rinoplastia, la blefaroplastia y la liposucción. El botox para prevenir o tratar las arrugas del tercio superior de la cara, así como el relleno de los surcos nasogenianos son los procedimientos que primero se realizan.
–¿Cómo se ve la sanidad pública desde la privada? Cada vez más pacientes optan por seguros privados ante las largas listas de espera.
–Creo que la sanidad pública sigue siendo el referente en muchos aspectos. Pero ambas vertientes, pública y privada, son compatibles y en muchos aspectos pueden complementarse. Si sólo existiese una de ellas creo que sería un error. Ni la sanidad pública es perfecta ni la privada elitista. Es bueno que haya libertad para que los pacientes y los profesionales sanitarios escojan donde se encuentran más cómodos o mejor atendidos, sin renunciar necesariamente a ninguna opción.
–La falta de médicos en la sanidad pública supone un problema en Asturias. ¿Cómo cree que se puede solucionar?
–Existe un relevo generacional en el que no se compensa el número de médicos jubilados con los que se incorporan al sistema. Entiendo que es un problema conocido por la administración y no se soluciona por cuestión de números. Podría ser útil alguna fórmula mixta, al menos transitoria, que permitiera mantener en activo a los especialistas que, en edad de jubilación, se encuentran con ganas de seguir y que pudiera asociarse a una tutela o formación de quienes se inician en la profesión.
–¿Sería una solución aumentar las plazas en la Facultad de Medicina?
–No creo que sea la solución, pero puede ser uno de los factores. Se está dando la paradoja de que quedan desiertas plazas para médicos internos residentes que nadie quiere; habría que remunerar adecuadamente el trabajo que se realiza en determinados destinos para hacerlo atractivo.
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