
Candela Herrera | Coordinadora de la Asociación Luar
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Candela Herrera | Coordinadora de la Asociación Luar
«Si seguimos con la misma dinámica, el problema del sinhogarismo va a ir a más»Candela Herrera (Oviedo, 1982) es la autora del estudio 'Situación de la población joven sin hogar en el municipio de Oviedo', que revela que el ... conflicto familiar está entre las principales causas que abocan a los jóvenes a vivir en la calle y que muchos proceden de los sistemas de protección de menores. Licenciada en derecho, siempre, ya de estudiante, se volcó con las personas en exclusión social y hace ocho años fundó la asociación Luar. Comenzó con un proyecto de educación en la calle y ahora cuenta con un centro juvenil en Ventanielles y un equipo de ocho educadoras. Ella es la coordinadora.
–¿Es difícil trabajar con personas en exclusión?
–Sí. A mí, realmente, lo que me resulta más difícil es trabajar con infancia en exclusión social porque pasan situaciones muy complicadas, es difícil gestionar las familias. Para mí, de los colectivos con los que he trabajado es el más complicado. Todo el mundo dice que prefiere niños porque es la esperanza, pero sí es verdad que cuando ves situaciones familiares muy complejas, a mí es lo que más me impacta; también es de lo que más aprendí.
–Habla de la esperanza. ¿Se sale adelante de la exclusión?
–No tengo porcentajes, pero está súper demostrado –la Fundación Foessa lo tiene muy estudiado y nosotras en el estudio que publicamos en 2017 sobre exclusión social en Oviedo de los jóvenes–, que la transmisión generacional de la pobreza es un hecho. El hecho de nacer en una familia con menos oportunidades, con bajo nivel académico, con baja empleabilidad dentro del hogar, con carencias materiales, con pobreza, determina que tú acabes también siendo una persona en exclusión. Hombre, todos los que trabajamos en esto tenemos la idea de romper con eso, pero los obstáculos sociales, el nivel de exigencia de la sociedad es el mismo para una persona que tiene menos oportunidades que para la que tiene unas oportunidades más o menos dignas. Entonces, en la competición, uno sale en desventaja.
–¿Cómo esta Oviedo respecto a los colectivos en exclusión social, tanto de infancia como de juventud?
–Yo me dedico ahora profesionalmente a la juventud, a mayores de 16, cuando acaban el periodo escolar obligatorio. Nosotros partimos de la base de que todos los jóvenes están en exclusión social, en algún grado: algunos en integración precaria, en exclusión moderada... Pero realmente están todos en exclusión social porque los dos mercados grandes que dan ahora mismo la integración, que son la vivienda y un buen empleo, están muy limitados. No tenemos una estructura social y un sistema económico que facilite la vida integrada de los jóvenes.
–¿Qué papel juega el Ayuntamiento?
–Hay muchísimos proyectos que financia el Ayuntamiento, pero sí que es verdad que ellos mismos saben que los Servicios Sociales están desbordados. Oviedo es una ciudad que ha crecido en 20.000 habitantes en los últimos años, seguramente por la migración y los fenómenos que se están dando. Hay que implementar cosas nuevas, innovadoras, que solucionen el problema. Porque muchas veces, las entidades, y no el Ayuntamiento, sino todo el Estado, está aplicando medidas que ya teníamos hace 20 años para problemas que están siendo nuevos.
–¿Esos problemas nuevos son por la migración?
–Por muchos factores. La migración es un factor importante, pero no el único. El fenómeno de la sobrecualificación en el empleo es un problema que nos afecta a todos y que está sin proteger. El mercado de la vivienda está desubicado, no tenemos poder adquisitivo para alquilar o para comprar una vivienda digna; al final, eso conlleva que si alquilamos una vivienda nos tengamos que privar de muchas otras cosas, u obliga a una cosa que a mí me parece bastante grave: convivir por necesidad. Es decir, tú tienes que mantener una pareja pase lo que pase porque independizado, solo, no puedes vivir. Eso afecta a todas las esferas.
–¿Se sabe cuántas personas hay en exclusión de Oviedo?
–No, la mayoría de los estudios hacen referencia a Asturias. En el estudio que publicamos en 2017, salía sólo un 19% de la población joven en integración plena; el resto, estaba o en integración precaria o en exclusión moderada y muy poquitos, en exclusión severa.
–¿Acabar en la calle es fácil?
–Ni fácil ni difícil. Una de las cosas que más me sorprendió del estudio, es que, aparte del empleo, de la vivienda, lo que nos salva de ser una persona sin hogar es la red de apoyo. Yo mañana pierdo el trabajo, mi poder adquisitivo y tengo una red de apoyo, familia, amigos, que tardo en gastar. Los chavales que entrevistamos, prácticamente no tenían red de apoyo y no era una cosa que les preocupase.
–¿Dónde se va a dormir a la calle, al raso o a chupanos?
–Los chavales que yo he conocido en mi trayectoria suelen ir a casas abandonadas, chupanos, es muy raro que duerman al raso. Buscan sus lugares que puedan tener un poco de continuidad, como una casa abandonada, un sitio donde puedan tener un poco de independencia; utilizan los recursos municipales también, pero sí que es verdad que para el nivel de independencia que ellos quieren, tienen mucha más libertad en una casa abandonada que en un recurso donde tienen que cumplir por una normativa, sólo faltaba; pero para la juventud es una normativa un poco estricta.
–Haga un perfil del joven sin hogar.
–Varón, muchas posibilidades de que proceda de un conflicto familiar o del sistema de protección, que es una cosa que se ha incrementado en los últimos años y es preocupante; no necesariamente migrante, de nacionalidad española en su mayoría; sin consumir, con muy bajo nivel académico y muy baja red de apoyo. Siempre tenemos la idea de que la persona sin hogar es consumidor, maleante, con delitos, y la realidad es que nos estamos encontrando que casi el 50% de personas no consumen, por lo menos no fuera de lo normalizado.
–¿Se sabe cuánta gente hay en la calle?
–En el recuento nocturno se contabilizaron 172 personas de todas las edades, que estaba en calle y en recursos. Desde el ministerio no se permitió contabilizar los chupanos, que es una de las 'viviendas', por llamarlas de algún modo, principales. Es mejorable el recuento, pero es un avance. A nadie, a ninguna administración, le gusta reconocer que tiene personas sin hogar porque es un fracaso del sistema, y que se haya hecho este recuento lanzado por el ministerio y apoyado por los ayuntamientos es un avance.
–¿Qué más le llamó la atención de su estudio?
–Un dato súper llamativo es ese casi 13% de personas que ha pasado por procesos de adopción o de reagrupación familiar (10% de adoptadas, 3 de reagrupación). Me sorprendió muchísimo porque el proceso de adopción es un proceso muy largo, muy duro y que luego no haya un espacio donde poder... Todos sabemos que las personas adoptadas por su infancia más temprana ya vienen con unos traumas y eso en la adolescencia revienta y genera mucho conflicto. Sabiendo que eso es una realidad, debería haber un recurso para eso. Me llamó también la atención que saliera y no había una pregunta específica para ello que el tema de los conflictos familiares venga en un porcentaje por no aceptar que el joven pertenece al colectivo LGTBI. ¡Estamos en el siglo XXI, por favor! No hay más que decir. Y por supuesto, aunque no lo podemos medir con mucha eficacia porque el estudio no es general, el sinhogarismo es un problema asumible pero importante.
–¿Va a ir a más?
–Sí, estamos a tiempo de reconocer el problema y canalizarlo correctamente; pero si seguimos con esta dinámica, va a ir a más.
–Pide una red de viviendas para acoger a todas estas personas.
–Sí, me disgusté un poco porque pensé que La Malatería iba a ser compartida para la juventud y mayores; somos conscientes de que Asturias es una población envejecida pero confiaba en que hubiera una parte para jóvenes.
¿Qué más echa en falta?
–Echo en falta en Oviedo una empresa de vivienda municipal, una oficina de vivienda. También hace falta una ley de vivienda que gestione el mercado privado, no podemos dejar el mercado privado al libre albedrío.
–¿Eso último no le parece un objetivo imposible?
–Eso dicen, pero sí es verdad que otros mercados se regulan.
–¿Qué ofrecen a los jóvenes desde la asociación Luar?
–Tenemos un centro juvenil que está en Ventanielles, los chavales nos conocen. Hay un equipo de educadores. Ahora somos ocho. Nuestra idea es atender la integralidad de la juventud, que cualquier situación que viva una persona joven pueda darle respuesta desde la asociación; todos están en algún grado de exclusión. Si vemos que tienen un nivel educativo bajo, tenemos clases de apoyo, formación específica...
–¿Y las personas sin hogar?
–Desde 2019, el incremento de personas sin hogar ha sido tal que nosotros no lo podemos asumir. Somos una asociación pequeña y con poca financiación pública. Si te pones a alquilar habitaciones o pisos para estos chavales, gastaríamos todo el dinero de la asociación en esa inversión; lo que hacemos es trabajar muy en red con los recursos de personas sin hogar. Intentar que si la situación es inminente, si el chaval va a quedar ya en la calle, nosotros podríamos protegerle un poco y buscarle un alojamiento, intentar buscarle un trabajo que pague el alojamiento, incluso pagarle desde la asociación algún mes del alquiler, y si ya la personas es una persona de calle contactar con toda la red de recursos y derivarlo al adecuado. Lo que pasa es que hay muy pocos recursos específicos para jóvenes. Reivindicamos desde siempre que tiene que haber un recurso de primera acogida para jóvenes, como el albergue per solo para jóvenes. Tienen una problemática muy concreta, en un periodo vital muy concreto que necesita una respuesta específica.
–¿A cuántos jóvenes han ayudado a salir de una situación crítica?
–Hicimos una medición de impacto a finales de 2023. Somos una entidad de resultados. En los casi siete años que llevamos de intervención, han pasado por Luar unos mil jóvenes y tenemos una tasa de éxito, cada uno con su objetivo, de unos 600, los que han salido con éxito de la asociación. Tardamos unos tres años en trabajar con cada uno de ellos; cuando es un joven sin hogar tardamos unos siete años y el riesgo de volver a la misma situación es muy alto; así como con los otros sí que intentamos que la integración sea definitiva, con las personas sin hogar es muy difícil. Porque partes de una inestabilidad de la vivienda muy grandes; es muy difícil no saber dónde vas a dormir o si te van a echar de la casa abandonada donde vives, el plantearte formarte, que es lo que te protegería más, o venir al centro juvenil y hacer amigos, porque en ese momento no es prioridad. Cuando, desde la perspectiva adulta, tener amigos es lo que te podía salvar de esto.
–¿Con su vena solidaria Cómo hace para no llevarse a nadie a su casa?
–Intento siempre mantenerme en la profesionalidad más estricta. Mi plan es canalizar toda la pena y la sensación de injusticia, porque todo esto a mí me produce rebeldía porque yo creo en un mundo mejor; como creo en eso, hago proyectos que puedan dar salida a la gente que nos encontramos en la asociación. Me pongo freno. Tengo que paralizar la pena. Cuando nos movemos mucho por la pena perpetuamos situaciones.
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