Jorge Cannata. MARIO ROJAS

Jorge Cannata Andía

Ni siquiera sabe las vidas que ha salvado

Inteligente y de palabra dulce como buen argentino. Nefrólogo e investigador, ha estado nominado al Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional por descubrir la presencia nociva del aluminio en el agua y conseguir mejorar la salud pública en Sudamérica

Domingo, 26 de octubre 2025, 02:00

Es argentino y, evidentemente, es maestro parrillero y pese a no ser porteño, «me encantan los tangos». Apasionado del trabajo, recuerda que «la mayor razón por la que no tengo casi aficiones es porque he invertido mi tiempo en trabajar, porque al no tener padrino lo he tenido que hacer todo solo». Jugó al baloncesto, tocó el piano y la guitarra, pero nada de eso hace ahora.

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Un niño bueno.
Con sus padres y hermanos en Argentina.
En Oviedo.

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Metódico, serio y amable. Observa la vida por debajo de las gafas con una mirada inteligente que denota muchos años de estudio y trabajo que le han llevado incluso a estar nominado, él y su equipo, al Premio Princesa de Asturias de Cooperación por su descubrimiento del exceso de aluminio en el agua que bebemos y conseguir cambiar el abastecimiento en gran parte de Sudamérica con la mejora en la salud que esto implica.

Jorge Cannata Andía (Mendoza, Argentina, 1950) es nefrólogo y profesor emérito vitalicio de la Universidad de Oviedo, ciudad a la que llegó en 1977 tras acabar la carrera de Medicina en Argentina, venir a España con una beca de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, donde pasó dos años, y trabajar en el antiguo Hospital General de Oviedo, fichado tras un congreso en La Coruña donde acudió «porque en aquel tiempo no había nefrólogos en Asturias».

Vino casado con Cristina de Argentina y tiene dos hijos, María Jimena y Pablo, y tres nietos. «Había ganado la plaza en Asturias y Alicante, pero nos decidimos por Oviedo porque mi abuela materna había vivido al lado de la Catedral». Es decir, Jorge Cannata es nieto de la diáspora de inmigración. Su profesión y el dominio que tiene sobre ella le han llevado a no parar de viajar, aunque «conozco muchos aeropuertos y no tantas ciudades».

Pese a que su tiempo está lleno de trabajo –«pensé que lo de catedrático emérito reduciría mi horario, aunque me he dado cuenta de que no»–, no ha perdido pese a los años la relación con sus amigos de Argentina, tanto del colegio como de la facultad en su Cuyo natal. «Cada vez que vuelvo nos juntamos».

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Comenzó vida en Oviedo en la avenida de las Segadas «y luego nos compramos un piso donde La Gruta, cerca del hospital, y como había que pagar el piso y no teníamos demasiado dinero, hice todos los muebles de la casa yo mismo. Mi hijo de pequeño me preguntaba si era médico o carpintero».

Se ha convertido en un lector voraz de varios libros a la vez. «Estoy con la historia de la posguerra española, con libros de filosofía y he empezado a leer a Pío Baroja, 'El árbol de la ciencia'».

Por lo que respecta a la música, el jazz y la clásica son sus gustos. Y el tango, «pese a que no soy porteño».

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Además de viajar, le gusta mucho el teatro «y saco entradas con antelación para obligarme a ir a Madrid varias veces con mi mujer». Durante la carrera hizo teatro y de ahí recuerda una interpretación en 'La cantante calva' de Ionesco. «Ahí perdí parte del miedo al ridículo». De ridículo nada, Jorge Cannata es una eminencia que ha hecho del trabajo su cooperación internacional.

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